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Estoy que salto de alegría, bueno, lo de saltar es un decir, a mi edad mis saltos no deben ser exagerados, algún ligero brinco que ya es mucho. Les hago saber que después de diez meses de duro aprendizaje y prácticas natatorias incluido buceo a medias aguas, me han otorgado el diploma de experto en natación en mar de dudas.

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Uno siempre ha nadado sin mucha convicción rodeado de individuos que a la primera brazada que fallaba o lo que se dice, perder pie en las playas de arenas movedizas de la vida, en lugar de sujetarte o sacarte a flote lo que hacían es intentar hundirte mucho más. Uno no espera que te haga un boca a boca el primer grasiento o loco de atar, pero al menos que te cojan por el sobaco y te saquen a la superficie y eso que mis sobacos están untados de desodorante de esos que dicen que solo te abandona a media tarde.

Pensaba llevarme este próximo verano mi diploma a la playa para restregárselo por las narices a esos cuatro ahogailusiones que se atrincheran en las orillas donde las olas besan suave para que te confíes, pero al final creo que no lo voy a hacer, lo que me he ganado a pulso solo yo lo sé y eso te da fuerza, la suficiente para alejarte mar adentro en compañía de alguna gaviota despistada que de flotar saben mucho.