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No es normal que una Dama Cadete de la Academia General Militar acuda a Palacio para conmemorar la Pascua Militar, la histórica conmemoración instituida por el buen rey Carlos III. Lo hizo tras recuperar Menorca en 1782 y como «ilusionado paso para la recuperación de Gibraltar»-paso frustrado como sabemos- uno de los costes que tuvo para España la Guerra de Sucesión.

Habiendo jurado recientemente Bandera, iniciando con firmeza y buen estilo su paso por las academias militares, la Cadete Borbón Ortiz formará en el acto junto al Rey, la cúpula de Defensa, el Jemad y los mandos de los Ejércitos y la Armada. Quiso Carlos III darles a los de las dos Españas «una muestra de su real aprecio, ordenando a sus virreyes, capitanes generales, gobernadores y comandantes militares reuniesen a las guarniciones y presidios y les hiciesen llegar su regia felicitación». En cierto sentido el protagonismo correspondería a los 3.000 efectivos militares desplegados, con riesgo y fatiga -incluidas sus familias- por medio mundo.

Hoy la conmemoración que preside el Rey no escapa de un tinte    político, con mayor protagonismo de la ministra de Defensa que del Jemad. Es una de las consecuencias políticas de la legislación emanada de la Transición -y no entro en su valoración- al no diseñar una línea clara de atribuciones entre el Ministerio y el mando de las Fuerzas Armadas. Dio pie a una política «esponja»,    tendente a absorber funciones claramente militares, por el poder que dan los Presupuestos Generales del Estado y el BOE. Mejor valoran los militares a los Ministerios de Estado -Exteriores, Defensa e Interior- especialmente cuando sus titulares lo priorizan por encima de sus afinidades con los partidos políticos de turno.(2)

A la dama cadete Borbón Ortiz todo esto le llega por primera vez, como le llegó su ingreso en la Academia General de Zaragoza, o -bien arropada por sus padres- su compromiso con las Cortes Generales al cumplir su mayoría de edad, en que recibió el insólito aplauso de cuatro minutos de diputados y senadores. Tema central: su declarado respeto a la Constitución sobre el que insistiría el Rey -serio, contundente, sereno, político, como lo resumió Jose Antonio Vera-, en su mensaje de Nochebuena. Por supuesto no todos estaban aquel día en el Congreso, como no todos participaron en las consultas para designar candidato a la Presidencia del Gobierno. Otros apelan al «boicot activo» para apagar sus televisores en Nochebuena y no escuchar el mensaje real, al que -sin embargo- inmediatamente descalifican. Alguien con acierto apuntó: «es todo un avance; antes jaleaban asesinatos».

Y no se preocupe por los que ponen plazos a su futuro. También a su abuelo Juan Carlos, le llamaban «Juanito el Breve». Estos diputados «fijos discontinuos» que pretenden ningunear las instituciones, que prometen en arameo, debieron topar con un presidente del Congreso como Félix Pons. Y suerte tienen de que nadie haya afrontado reformar la Ley Electoral y darles como mucho representatividad regional, no el peso -siete votos de Junts, marca blanca de Convergència/ 3%- que tienen en la política nacional.

Por razón de años y vivencias, he acudido a las «Cartas a un Príncipe» que publicó en 1964 un personaje brillante y controvertido como fue Emilio Romero. Indiscutible «best seller» del momento, a los 25 años de acabada la Guerra, Plan de Desarrollo en marcha, progresiva implantación de una clase media en España. Se dirigirá al príncipe Juan Carlos advirtiéndole: «ante la incierta condición de que pueda llegar a cualquier hora, no se sabe cuando». En realidad no llegó hasta 1975. Su lectura hoy -se lee de una atacada- tiene una indiscutible vigencia. Dice entre líneas, normalmente relacionadas con testimonios históricos:

«La Monarquía no es forzosamente la iconografía de las familias reales del Museo del Prado, ni la República es necesariamente la ‘comuna'».

«Democracia sin libertad no se ejerce; pero democracia sin igualdad no es democracia».

«Necesita ser escrupuloso con el sistema de controles para que no se filtre ese disolvente elemento del poder absoluto, que es la arbitrariedad».

«Tendréis que reinar con políticos de base y no con guardadores de esencias».

Cierro esta bienvenida de la Cadete Borbón Ortiz a la Pascua Militar, resaltando el papel que tienen las Instituciones, tanto la Monárquica como las Fuerzas Armadas a las que ahora ha accedido «con empleo -y corto- sueldo».   

Lo resume Steven Levitsky estos días entre nosotros, en su obra «Cómo mueren las democracias»: «la gran mayoría de las que han colapsado especialmente por procesos degenerativos producidos por gobiernos populistas, lo han hecho por tener instituciones débiles».(3)

¡Centinela alerta! diría para terminar. Seguro que la Dama Cadete respondería, como en tiempos de los Tercios de Flandes: ¡Alerta está!

(1). En Francia, los elementos comunes -Hospital Val de Grace- son de las Fuerzas Armadas, no de Defensa.

(2) Ultima prueba de este poder. El pasado 24 de diciembre se entregó Loyola en San Sebastián por claros compromisos políticos.

(3) Ver magnífica Tribuna sobre la obra, del Comandante Torres Peral. (31.12.2019)