¿Cómo están queridos lectores? Espero que mejor que este articulista que hoy siente que tiene un cuerpo de escombro y un alma mustia. Voy a hacer algo pedante, voy a parecer altanero y engreído pero creo que debo hacerlo, voy a autocitarme. Voy a autoplagiarme a lo bestia, sin miramientos. Voy a copiarme sin contemplaciones. Si siguen leyendo tal vez entenderán por qué voy a hacerlo.
El 23 de julio del año 2014 escribí un artículo titulado «La franja de Menorca». El artículo brotó en mi estómago a raíz del asesinato por parte del gobierno de Israel de cuatro niños palestinos de entre nueve y once años que jugaban a la pelota en una playa. Sus nombres eran Ahed, Zakaria, Mohamed e Ismael. La imagen de uno de los padres con el cadáver de su hijo en brazos te abría las carnes de la conciencia como si una motosierra rebanara toda moral para sacar la bestia que todos llevamos dentro.
Recupero algunos párrafos de aquel artículo: «Les juro que intento ponerme en la piel del soldado y del oficial al que mandan ejecutar niños, qué le diría el teniente de turno «Soldado Samael mande cuatro bombazos a esa playa», y al soldado respondiendo «Pero teniente Jaron si allí hay cuatro niños pequeños jugando al fútbol», y el oficial sentenciando «Son terroristas en potencia obedezca soldado, por la libertad…». Y cuando acaben su turno de matar volverán a sus casas a besar a sus hijos en la frente, dormirán a pierna suelta y tal vez el presidente de su gobierno les dará un medallita porque ellos piensan que su dios está con ellos, Es terrible, es cruel, es injustificable, es triste, la desolación y el desconsuelo son enormes.
Supongamos que los menorquines viviéramos hacinados en nuestra isla, la franja de Menorca, que cuatro de nuestros niños jugaran con un balón en la playa de Macarella y que las balas de un ejército enemigo, encolerizado… (porque un grupo terrorista ha asesinado en su territorio), mataran al pequeño Joan, a Mateu, a Joana y a Tiago. Porque lo de nacer aquí o allí es mera casualidad, no tiene ningún mérito. Como algunos muertos nos quedan más lejos parecen menos muertos, menos doloroso, menos dramático, pero no dejan de ser niños que juegan en la playa y si el azar hubiera sido otro podrían ser los nuestros.
Siempre las patadas en el culo de los débiles, sea en Gaza o en Afganistán los pobres siempre pringan, sea en Siria o en Ucrania, hay vidas que valen más que otras. Se les llena la boca a los gobiernos afirmando que todas las vidas son iguales, pero la verdad es que no es así. Desgraciadamente catalogan seres humanos de primera y seres humanos prescindibles, números en sus puñeteros mapas geopolíticos.
Déjenme que este artículo sirva para pedir la paz (qué pretencioso era), aunque parezca inútil no debemos dejar de hacerlo. ¡Se debe condenar la muerte de cualquier civil sea de donde sea!, sin embargo la capacidad para matar de un bando y del otro deja claro que en Palestina no hay una guerra, hay un genocidio».
Varias cositas muy claras, ser antisionista no es ser antisemita. No todos los judíos, ni mucho menos, apoyan al gobierno de ultraderecha israelí con un psicópata nazi a la cabeza. Los gobiernos occidentales dan vergüenza no exigiendo ni tan siquiera el cumplimiento de los Derechos Humanos. Aquel artículo de hace nueve años lo escribí porque cuatro niños inocentes fueron asesinados. En estos momentos ya van más de 750 niños asesinados por el ejército israelí. Paz, justicia, lúpulo y feliz jueves.