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Dime qué programas de televisión triunfan y te diré qué nivel general tenemos en España, pruebas PISA aparte. Se despide «Sálvame», uno de los programas del corazón (abierto) más populares y de mayor audiencia durante los últimos años. Pero vendrán otros con un esquema similar. Cotilleo, mal gusto, tirarse los trastos a la cabeza. Ni rastro de molestas cuestiones culturales, éticas o estéticas. Nada. Solo ruido, griterío y bajas pasiones para alimentar a las masas. Lo que funciona es el sensacionalismo, la envidia y los viejos rencores. Una bazofia para mentes ociosas que usa el enfrentamiento contra el aburrimiento.

Su fórmula son las imágenes repetitivas y machaconas, peleas escenificadas, insultos groseros, dimes y diretes, reporteros agresivos y una ristra de presentadores, tertulianos, famosetes, chismosos maquillados para la ocasión que viven de azuzar conflictos, dramones humanos y otras noticias en exclusiva que venderán a precio de oro. El criterio es sencillo: si da mucho dinero, ha de ser bueno. Tantos telespectadores no pueden estar equivocados.

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Algunos, obsesionados con su imagen, abusan tanto de la cirugía estética que morirán jóvenes (al menos, de aspecto). Todo es apariencia y postureo. Las cadenas de televisión son una muestra de lo que somos y valoramos. El que paga, manda. Ya que no sabemos dialogar ni razonar, demos espectáculo.

Les advierto que un país así, tipo «Sálvame», podría herir su sensibilidad.