Cuando ejercías como docente, los profesores teníais que cumplimentar, periódicamente, lo que daba en denominarse «seguimiento de programación», ese que era más exhaustivo tras una evaluación. Esa reflexión/impreso requería de un análisis de lo hecho en clase, del porqué de las calificaciones obtenidas por vuestros alumnos y el establecimiento de las oportunas medidas correctoras. Tras el 28 de Mayo te preguntaste: ¿Por qué se exige ese sano procedimiento a los docentes (cuya acción recaerá sobre un mero centenar de alumnos) y no a los perdedores de unas elecciones? Tras la debacle de la izquierda, esperabas algo parecido, pero no: una huida hacia adelante, un movimiento de distracción, un impedir que hasta los ex compañeros de viaje se pudieran recomponer y una nueva muestra del ya por todos reconocido egocentrismo presidencial. La convocatoria de los nuevos comicios generales te planteaba una interrogante añadida, retórica: ¿a cuenta de qué ese adelanto? Retórica porque, quien más quien menos, incluso afines al partido en el poder, conocía/reconocía la respuesta. El líder debía intentar salir incólume del batacazo contando para ello con un grupo de fieles adeptos, por no denominarlos de otra forma... Ese anticipo iba, además, acompañado de una sangrante decisión: la de dedicar cuatrocientos millones a propaganda mal llamada «institucional», un «no-do» a la vieja usanza, pero esta vez en color y con un cariz más subliminal y, como tal, más peligroso…
Contigo mismo
No cuando...
13/06/23 4:00
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