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Cuando aparece una nueva tecnología de la comunicación siempre hay alguien que anuncia que traerá todos los males posibles. Sócrates dijo que la escritura acabaría con la memoria. Al aparecer la imprenta también algunos pusieron el grito al cielo y se dijo que pondría fin a la erudición y que en lugar de la Biblia la gente solo leería la poesía erótica de Ovidio. Pasó algo similar con el nacimiento de la radio, el cine y la televisión. La historia nos enseña que afortunadamente los profetas de la catástrofe se equivocaban.

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Con internet estamos viviendo posiblemente la mayor de las revoluciones comunicativas de todos los tiempos. Es una herramienta a disposición de casi todo el mundo y en el poco tiempo de vida que tiene se ha podido comprobar que además de unos aspectos positivos evidentes tiene una parte oscura que preocupa a muchos.

Estamos solo en la adolescencia de la red y los usuarios aún no hemos tenido suficiente tiempo para aprender a usarlo mejor. En una entrevista Tim Cook, presidente de Apple, decía que al acabar la ESO todo el mundo tendría que saber programar. Es una propuesta a considerar. También sería bueno que se estudiaran en la escuela estrategias de buenas prácticas digitales para evitar caer en las trampas de la mentira y la inmediatez. Cosas como no compartir noticias no contrastadas ni imágenes de bullying, no recrearse en el narcisismo de la propia imagen y la de otros, pensar un par de veces antes de opinar sobre cualquier tema, dar prioridad a la vida real sobre la virtual o no perder el tiempo con las chorradas que nos venden algunos influencers indocumentados. Y sobre todo, recordar que el mundo es mucho más que una pantalla.