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Ni en la tele, ni en la prensa escrita, he podido encontrar quien dijera ni media palabra sobre el conflicto de Tigray en Etiopía, una zona que tiene seis millones  de habitantes, que llevan dos años en guerra, que ya digo, de la que nadie dice nada, a pesar de llevar 600.000 civiles muertos. Fíjense que digo civiles, lo que hace que el dato sea más estremecedor.    La Embajadora de EEUU en la ONU para Asuntos exteriores, Linda Thomas Greenfied, aseguró que más de medio millón de personas habían muerto en esa guerra. Josep Borrell, que ostenta el cargo de Alto Represente de la UE para Asuntos Exteriores,    dijo que las cifras que él tenía, estaban entre las 600.000 y las 800.000 víctimas. En el Financial Times, Olosegun Obansajo, apuntaba a 600.000 víctimas mortales.

Como ustedes podrán darse cuenta, es difícil, yo diría que muy difícil, saber a ciencia cierta, las personas que han fallecido en Etiopía en el transcurso de la guerra. En Yemen, la ONU da una cifra de 377.000 víctimas, la guerra del Congo con una cifra de muertes aterradora, y tantas otras que no pongo por no alargarme en exceso, y en el conflicto de Ucrania, que como ustedes recordarán se inició el 24 de febrero del pasado año, se han registrado 7.000 víctimas civiles. Fuentes militares de EEUU, dan cifras de 200.000 combatientes entre ucranios y rusos, dicho sea con la reserva del caso, porque cuando dos países deciden resolver sus desavenencias a garrotazos, ninguno de los dos suele ser especialmente claro respecto de la marcha de la guerra, que van alimentando con el odio mutuo, con sus rencores mutuos y la mutua escasez de sentido común para no prolongar sus inútiles matanzas, aparte del sufrimiento de una población necesitada de todo y atemorizada, preguntándose con la mirada dónde va a caer el próximo misil, el próximo cañonazo, y ahora también se pregunta la población civil, después de los «drones» tan sorprendentemente mortíferos ¿Qué será lo próximo? ¿Qué nuevo invento parirá una mente destructora, fanatizada o asesina? En cualquier caso, de esta guerra entre Rusia y Ucrania, me pregunto ¿por qué Rusia no ha empleado aún su poderosa maquinaria de guerra aérea? Como por ejemplo los cazas Sukhoi, El SU27, el poderoso MIG 29, el Sukhoi SU-35 o los bombarderos TU-95, el TU-22M.60, cuya velocidad supera los 2.525 kms hora. Quiero hacerles observar, que un F16 alcanza los 2.200 kms a la hora, y el F18, 1.900 kms a la hora.

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De cualquier manera, esta no es una guerra circunscrita a meras fórmulas convencionales. Con todo, lo que más me llama la atención, es ver como el conflicto Ruso-Ucranio es como el perejil de todas las salsas, sobre todo en esa parte de esta Europa nuestra donde solo hablamos de Ucrania para arriba y Ucrania para abajo.  No hay día que esta guerra se escape al espacio libre de nuestras preocupaciones.

Los expertos y los que no se callan ni debajo del agua, no paran la boca quieta, parlan del conflicto como si lo que dicen fuera un dogma de fe ¿Por qué no se dice ni una palabra de Etiopía? de una zona relativamente pequeña, 6 millones de habitante, que lleva en su siniestra cuenta, 600.000 muertos civiles ¡Ah! Claro, la zona esa por la que usted se interesa, no está en Europa ¡Acabáramos! Que los muertos por conflictos bélicos que no son europeos, nos pillan con el paso cambiado, están demasiado lejos. Y digo yo: no será que nuestro egoísmo nos pilla demasiado cerca. Tan cerca como a la lamentable altura de una insensibilidad que atufa.    Una víctima, una sola víctima por un conflicto bélico en pleno Siglo XXI, debería ser suficiente para hacernos reflexionar, porque vamos a ver ¿alguien me puede decir de una de esas carnicerías de fuego y metralla que haya hecho más humano a los habitantes de este pobre planeta?

Qué pena me da que el autor de la siguiente frase fuera Sadam Hussein «la guerra no la gana nunca quien tiene más soldados, quien tiene más tanques, quien tiene más armas... la guerra la gana quien tiene a dios de su parte».