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Este mundo de nuestros pecados está como una olla en ebullición, puede pasar cualquier cosa en cualquier sitio. «El hacha le pidió el mando al árbol y el árbol se lo dio». Estas cosas las decía Tagore. Lo que le pasó al árbol se lo puede usted imaginar.

Pues los humanos lo tenemos aun más crudo porque somos árbol, hacha y mango a la vez y así nos va, que no podemos ver un amanecer en paz y tranquilidad. El otro día me esperaba yo una amanecida inverniza con una niebla «meona», un ambiente helador ideal para calentarme con un caldito mientras repasaba la prensa matutina. Pero a nada me atraganto con el caldito de pollo y hueso de jamón que María le pone para conseguir ese toque de caldo hecho en la chimenea de casa, cuando me entero de que en Alemania han estado en un sí es no es de un golpe de estado. ¡Un golpe de estado en Alemania! Habrase visto disparate más gordo. No fotem figues tu! Así que me acordé del hacha, el árbol y el mango. Y me di la razón por pensar que no vamos a aprender nunca. Somos más simples que el asa de un cubo. Tenemos Ucrania y Rusia como pintó Goya, a garrotazos, sin que se vea la luz al final del negro túnel y hete aquí que en Alemania se gestaba mientras tanto un golpe de estado como si los golpes de estado fueran pelos de cochino que se cogen a puñaos.   

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Sin querer hacer sangre con la inestabilidad de otros países, me ceñiré a nuestra propia inestabilidad, fíjense: nuestra ciudadanía está estresada por culpa de la inflación, estamos en un indisimulado estado depresivo, pesimista, que nos acongoja la creciente ansiedad, la postración nos acogota con un dramático incremento de las ansias suicidas, sobre todo en la juventud que debería de ser y no es lo que más deberíamos cuidar de nuestra sociedad. Mientras los adultos asisten asombrados al absurdo enrocamiento del poder judicial. Una anomalía democrática que ya se pasa de castaño oscuro.

¡Hombre, cuatro años de bloqueo sin poder renovar el poder judicial no tiene parangón!, ni con la que liaron los cardenales en Viterbo para elegir a un nuevo papado. Alberto Núñez Feijóo reconoce que mantiene bloqueada la renovación del poder judicial y dice que lo hace para protegerlo del gobierno de Pedro Sánchez. ¿No se da cuenta señor Feijóo que con esta postura está incumpliendo un mandato de la constitución? Sí, porque la renovación del poder judicial forma parte de un mandato constitucional y encima lo hace usted como adalid defensor de dicho organismo. Nada más y nada menos que por encima de la independencia de jueces y magistrados. Pareciese que no se hubiera leído nunca el artículo 117 de la Constitución española, o simplemente es como lo refleja nuestro diccionario cuando llegamos a la palabra leer, que dice: «leer es pasar la vista sobre lo que está escrito e interpretar lo que pone». Y ahí, señor Feijóo le asiste a usted la razón, no todos interpretamos lo mismo sobre las mismas cosas y sobre la renovación del poder judicial, estaríamos a años luz. Incluso fíjese, para liar más la troca los conservadores del CGPJ urgen un pleno para sortear la ley plantada por el gobierno, que parece han ideado unas enmiendas que modifican varios artículos del código penal y de la ley orgánica del poder judicial. Naturalmente, antes tendrán que pasar el fielato de la aprobación del pleno en el Congreso y su ratificación final en el Senado.

Como pueden ustedes darse cuenta no es solo Europa la que atraviesa zonas turbulentas. Nuestro país tiene con qué estar más que preocupado. Mientras tanto, como si eso también fuera una preocupación menos o ni siquiera motivo para estar preocupado, estamos ante el reciente estreno de tener 7.000 millones de paisanos, cada uno pensando a su manera. Los hay que se unen para formar un equipo belicista para llevar a cabo un golpe de estado como si con lo de Ucrania y Rusia no estuviera la cosa lo suficientemente liada.