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La tribuna de oradores del Parlamento no puede ser la performance verbal del garrotazo de Goya. En el Senado y en el Parlamento se ha instalado el exabrupto, la descalificación sin desbrozar el lenguaje y da igual que sea un hombre o una mujer quien esté en el turno de la palabra. Algunos desorientados en el manejo del lenguaje dicen ante una intervención grosera, huérfana del más elemental decoro parlamentario, ¡uy!, ¡lo que le ha dicho, qué bien ha estado! ¡Así, así, con un par! Ignoran que la oratoria tóxica, las descalificaciones gratuitas, los gritos, los gestos guarrindongos, no dan la razón; la razón la dan los hechos que se verbalizan.

Toda esa parafernalia lo único que hace en minar la convivencia, desintegrar la poca empatía que nos puede aun quedar hacia los trabajadores de la política. Fíjense en otras contestaciones políticas donde brilla el ingenio, la rapidez ante la contestación que deja al contrario político bloqueado, noqueado, sin la necesidad de usar la acidez verbal de la impotencia. A José Mª Gil Robles, año 1934, desde la bancada de la oposición, salió una voz que le discriminaba mientras él estaba en el uso de la palabra: «su señoría es de los que todavía llevan calzoncillos de seda». Risas, voces y desconcierto siguieron a este exabrupto. Gil Robles esperó a que el tumulto se serenase. Miró al diputado que le había interrumpido y le replicó diciendo: «no sabía que su esposa fuera tan indiscreta».

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Lady Astor, dirigiéndose a Winston Churchill le dijo: «si usted fuera mi marido le echaría veneno en el té». A lo que Churchill respondió con rapidez: «señora, si usted fuera mi esposa, me lo bebería». El presidente de la República Popular China, Mao Tse Tung, le soltó a un alto personaje de la política «¿qué habría pasado si en lugar de haber matado a Kennedy hubieran matado a Kruschev?». Pues mire usted, contestó rápidamente el político: «hay una cosa que es segura, Onassis no se habría casado con la señora de Kruschev».

Entre nuestra casta política brilla la torpeza oral y el «y tú más» como recurso pobre del que está huérfano de recursos. Lo malo o hasta lo peligroso es que el votante, el pueblo llano, ha dejado de desbrozar el camino de la convivencia que tanta falta nos hace. Y recoge cual esponja en su memoria más inmediata el ataque verbal incluso afirmando que fulano o fulana ha estado en su intervención muy bien. Eso crea una capa ponzoñosa en nuestro ánimo que nos hace vulnerables a la hora de analizar la situación política tan compleja que vive el mundo con una guerra que yo confieso que no creía que fuera a durar tanto, que nos está zarandeando la economía y la convivencia y que no le quita a alguno la oportunidad de intentar meternos el pánico en el cuerpo con la posibilidad cierta de que la guerra de Ucrania puede llegar a la bestialidad del conflicto nuclear. Por fas o por nefás los que saben de estas cosas, nos advierten sobre un invierno especialmente duro con carencias de todo tipo menos en tocante a la climatología, cada vez más manifiestamente contraria a la moderación, siendo más agresiva, más peligrosa en sus acometidas.

Me temo que la última vez que se han reunido los que tienen obligación moral de cuidar el planeta, han terminado por no hacer nada y eso es para estar preocupados. Hace tiempo aprendí que dios perdona siempre, el ser humano algunas veces, la naturaleza nunca. Y no será porque no nos avise continuamente con su exponencial manera de ir destrozando todo lo que pilla cuando le da por pasar sus poderosos y trágicos avisos. Es muchísimo más costoso y sobre todo mucho más difícil y lento recuperar una convivencia que se ha deteriorado. Lo mismo pasa con un río, es más sencillo poner los medios para evitar que se convierta en un lodazal putrefacto que recuperarlo para que siga teniendo vida. Es el ejemplo que tenemos más a la mano para darnos cuenta que el camino donde se estrella el más elemental razonamiento es el que andamos con paso confundido y que de no enderezar el rumbo, las consecuencias serán terribles.