Venga, vamos, rapidito queridos lectores, que el tiempo vuela, que el tiempo es oro, que hay que aprovechar el tiempo. A-pro-ve-char el tiempo, así en mayúsculas y llenándose la boca en cada sílaba. Con aprovechar digo producir y consumir, nunca contemplar, nunca reflexionar, nunca pensar. Joder, si os ponéis todos exquisitos a mirar el horizonte, o a charlar con los amigos alrededor de una buena cosecha de lúpulo, paráis la rueda de la economía, paráis el sonido de las cajas registradoras, paráis la idea de que cuanto más produzcas y más consumas más feliz serás, paráis la idea de que este es el único sistema posible, y eso no se puede consentir, eso pone en peligro la creación de riqueza y la sociedad del bienestar y yo que sé que mierdas deciros ya para que produzcáis y consumáis hasta el último aliento, hasta que la parca os lleve en brazos, hasta que dobléis la servilleta y os volatilicéis para siempre.
Así, que en base a todo lo dicho en el párrafo anterior, les deseo que tengan una feliz Navidad, un prospero año Nuevo, un entretenido San Antoni, la gente de Menorca, una Semana Santa con un buen puente, un soleado 1 de mayo… vamos, que se gocen todo el 2023. No, no soy un exagerado, simplemente planifico, me adelanto, preveo, proyecto, porque si no luego el tiempo se me echa encima, y como ya he dicho «la vida no me da», y eso que he decidido dormir cuatro horas al día, a veces cinco gracias al diazepan y a una copita de vino. También lo compro todo hecho o a toque de microondas y como de pie mientras hago cosas, muchas cosas, Todos mis amigos ya lo saben, voy a una paella a socializar porque me lo ha dicho mi psicópata… perdón, mi psicólogo, pero estoy conectado con el móvil desde la tapa de mejillones hasta el postre de tiramisú, pasando por la chupada de cabezas de gamba, y nada de sobremesa, por supuesto, con la cantidad de cosas que tengo que hacer y lo imprescindible que soy como voy a osar a perder unas horas hablando de chorradas con unos amigos, ¡ni que esas risas y esos momentos fueran lo mejor de la vida!.
Y en ese frenesí productivo en el que me encuentro me vinieron dos imágenes a la cabeza que tengo que soltar ya para seguir haciendo cosas ligero de equipaje. Salí de casa para producir a lo bestia, y me encontré en la mitad de la acera un truño de perro. ¿Qué nos dice eso del perro?, nada, que caga bien y hace cosas de perro, ¿qué nos dice eso del humano que vive con el perro?, que es un mierda más grande que la de su perro, un humano con la misma empatía que un zombi, que ha dejado el zurullo que ya pisará alguien, o que ya se llevará algún carrito de niño o alguna silla de ruedas.
La segunda, escurrí la bayeta de mi cocina y me quedó olor de lejía en las manos durante todo el día, y a mí el olor a lejía me atraviesa las fosas nasales y toca mis neuronas sensoriales como un dardo que me trae la imagen de madre, como diría un castellano antiguo, porque las manos de la Luisa, de mamá, olían siempre a lejía. Y la Luisa curró como una mula para morirse joven y rápido, y sólo paraba para acariciar el pelo de sus hijos cuando le ponían la cabeza en el regazo mientras ella comía pipas de calabaza sentada en un sofá…madre mía, nunca mejor dicho, me parece que voy a comprar una bolsa de pipas de calabaza, me voy a sentar en el sofá con una cerveza fresquita y voy a esperar que lleguen mis hijos a casa. ¿Y lo de producir y todo ese rollo?…que corran otros, que yo ya me he cansado. Lúpulo y feliz jueves.
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