25/09/22 3:59
Cuentan que Leonardo da Vinci iba por las calles de Milán observando los rostros de la gente para su obra La Última Cena, que pintó por encargo de Ludovico Sforza en el refectorio o comedor de los monjes del convento de Santa María delle Grazie. Yo podría hacer lo mismo, salvando las distancias, porque Leonardo era un genio y yo solo saco el genio cuando me enfado. Me refiero a algo más modesto, para uso particular: ir por ahí observando las caras e imaginando los posibles caracteres del traidor, del vanidoso, del samaritano, del perroflauta o del ricachón… al igual que un casting para una película intenta poner rostro a los diferentes personajes del guión.