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En las últimas votaciones por lo de la reforma laboral, se organizó un pandemonio, ideal para una desternillante película de Berlanga ¡Vamos a ver señores diputados! ¿De verdad es tan complejo votar? «El País» del domingo 13 de febrero actual, lleva en la portada el siguiente dato: «los diputados suman casi 1.800 errores al votar esta Legislatura». A la postre, una de las pocas cosas físicas que ustedes hacen, ni que votar fuera como poner un huevo con dos yemas ¿No comprenden ustedes que con el voto no se puede estar como la tía Gavina que no se sabe si mea o se orina? Un voto erróneo no sería ni siquiera noticia ni por el sí ni por el no si la diferencia fuera muy grande, pero cuando la cosa viene ajustada, un simple voto puede hacer que se cambie la reforma laboral o no, el cuidado al apretar un botón se hace exigente, porque fíjense la que se monta.    Si un diputado/a no se ve capaz para garantizar la intención del voto que va a dar, sería de agradecer que entregase el acta que le otorga el oficio de representarnos en el Parlamento, por lo que además, les pagamos generosamente.

Pero es que semejante sainete, el del otro día, parece que no le podía faltar nada. Resulta que dos diputados de UPN que por orden de su partido debían votar sí, votaron no, y, claro, así las cosas, deberán de comprender que esta clase de errores nos retrotrae al «tamayazo» de infecta memoria, que supuso que la política madrileña diera un giro de consecuencias tan profundas que ahí sigue después de los años transcurridos. Un simple voto puede alborotarlo todo, al igual que una cerilla, una única cerilla, puede ocasionar un incendio de proporciones bíblicas. La «cerilla» que causó semejante deflagración, la prendió el diputado del PP señor Alberto Casero, que acabó ante sus propios compañeros asumiendo su error, lo primero estuvo mal, lo segundo estuvo bien. Reconocer un error le honra: «lo estoy pasando fatal, estoy destrozado, la que he liado» dijo. En cuanto a la falta de disciplina de partido de los señores Sergio Sayas López y Carlos García Adanero, que han negado haber cobrado del PP con sus votos, aunque no tenga nada en común, lo del «tamayazo» jamás a la presente, han aceptado que cobraron por lo que hicieron.    Aquí por lo menos, alguien que le da al botón equivocado, ha dejado las cosas en su sitio por un único voto 175 a 174. Con todo, el hecho de confesar haberla pifiado equivocándose a la hora de apretar un simple botón. La señora Presidenta de la Cámara tampoco estuvo muy fina, tanto que llevó al PP a celebrar la derogación del Decreto después del anuncio que hizo la Presidenta del Congreso Maritxell Batet para rectificar 30 segundos después, que proclamó la aprobación de la reforma laboral. En su conjunto, según lo sucedido, cuatro personas se equivocaron en el mismo voto, total, una vergüenza para la ciudadanía, que ve asombrada la mejorable calidad de unos políticos que por poco que se lo propongan, son muy capaces de dar esa pobre imagen, de la que uno ya no sabe ni que pensar.

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A propósito, si un diputado de 44 años se lía a la hora de apretar un simple botón, calculen una persona mayor, sin conocimientos de las nuevas tecnologías, ir a un banco a sacar sus perrillas de su pobre pensión o para concertar una cita con un médico del hospital.

Señores políticos tan solo un poco de humanidad por favor.