La suerte es imprevisible, se alía a veces con uno y en otras le da la espalda. A la suerte no se la puede vincular, no está a disposición de nadie. Ni siquiera si uno la busca, se escurre de las manos como se escurre un pez en el agua. Recuerdo yo que, en la publicación de mi primer libro, «La crisis de los cincuenta», la había atrapado y parecía no poder escapárseme. Mi amigo Charly Rexach se había prestado pues a presentarlo en el Corte Inglés de Barcelona, con el fin de reunir a los periodistas para que resonara en los medios de comunicación, apetitosa como era la noticia de un joven del Barcelona B que en su tiempo no había llegado a la cima, pero que pretendía llegar en esta ocasión con la pluma en vez de con la pelota: delicioso reclamo, una reseña curiosa. Pero la suerte se me escurrió de las manos a última hora. Aquel mismo día, por la mañana, Carles Puyol, el defensa central barcelonista, citó a la prensa para anunciar que colgaba las botas… y para el Nou Camp se fueron por la tarde los periodistas, no apareciendo ni uno por el Corte Inglés, eso sí, algunos hinchas culés estaban presentes para ver a Charly.
Durante la presentación mencioné también a la suerte, en clave futbolística, según el aire que se respiraba en la sala. Dije, desconocer si «La crisis de los cincuenta», iría cual pelota al palo o se colaría en la red, porque la suerte es necesaria tanto en un terreno de juego como en los folios literarios… y por lo visto hasta ahora, el libro fue al palo, porque a pesar de gustar sobremanera al lector, está hoy prácticamente dormido en los anaqueles de las bibliotecas o de las librerías por carecer de difusión. Empezó mal, sin suerte, y de momento está, espero que solo dormido, junto a tantos libros difuntos.
En el curso de la edición de mi segundo libro, «El abuelo de Hawái», no tuve tiempo de pensar en atrapar la suerte. Por una parte la crisis económica estaba royendo mis negocios y por otra un carcinoma, mi cuerpo. En fin, atareadas como estaban mis neuronas en otros menesteres, no pensé en aquel momento en cosas secundarias.
En esta tercera novela, biográfica, publicada esta misma semana, me planteé buscar la suerte y atraparla. Ya no era un primerizo y por tanto debía desarrollar eficazmente los conocimientos que conceden los años y la experiencia. Y estos me llevaron a la conclusión de que la suerte no la contenía una presentación esplendorosa sino la eficacia posterior de la editorial que publicara el libro. Una editorial menor propagaba el eco solo alrededor de la Isla, sin palancas para auparla; en fin, el libro naufragaba antes de alcanzar la Península. Entreví que solo podía capturar la suerte, editándola una editorial mayor. Traté en vano de contactar con alguna, estaban todas colapsadas, ni siquiera admitían manuscritos. El asunto requería de tiempo y paciencia si quería publicarla con una de ellas, por lo que decidí hacer yo mismo una edición para Menorca y Tenerife, para luego, pausadamente, contactar con las editoriales más importantes del mundo,… no solo de España.
Y ahí estoy ya mandando el libro a las cincuenta mejores editoriales del planeta, comenzando por España: Alfaguara, Tusquets, Seix-Barral, Anagrama y Planeta; prosiguiendo con las italianas: Mondadori, BUR y Rizzoli; las francesas: Hachett y Gallimard; las norteamericanas Regal House Publishyg y Brancroft Press; las alemanas Aufbau Verlag y Droemer Knaur; y así hasta cincuenta,… en busca de la deseada suerte.
La cuestión, expondrán quizá ustedes, es si la novela tiene entidad para militar en tan selectos sellos,… si merece esta suerte. El tiempo, claro, responderá a este interrogante, como responde a todos.
Les tendré informado de la suerte que correrá mi libro.