TW

En 1975 los psiquiatras Clark, Mankikar y Gray publicaron un artículo en la revista «The Lancet» para definir el trastorno de las personas que tienden a rodearse de cuanta basura encuentran y convierten su casa en un estercolero. A este trastorno lo llamaron síndrome de Diógenes. Pues bien, los ilustres psiquiatras la cagaron con el nombre, porque el Diógenes al que se referían, filósofo discípulo de Antístenes (siglo V a.C.), representaba todo lo contrario, es decir, como buen filósofo cínico prescindió de todo lo superfluo para vivir.

Nos lo cuenta Eduardo Infante en su libro «No me tapes el sol». Diógenes, el perro más salvaje entre los cínicos de la Antigua Grecia, vivía con el saco que cubría su cuerpo, una bolsa con cuatro enseres imprescindibles y un bastón para andar por la vida. Eduardo Infante lo resume de manera magistral: «Los cínicos optaron por alejarse de la manada, no aceptaron ningún macho alfa que los gobernase y tuvieron el coraje de ser auténticos. Frente a las convenciones y el confort eligieron una vida natural, sencilla y austera».

Obviamente lo cínicos de ahora son otra cosa, son los que mienten con descaro y pisan al que sea con tal de conseguir fama, dinero y poder. Los cínicos de ahora dan mucho asco, y tristemente lo están petando. El filósofo cínico buscaba la virtud, y usaba la ironía para burlarse de un Estado clasista, machista, xenófobo y esclavista. Frente al academicismo de Platón, frente a ese supuesto gobierno elitista de sabios, el filósofo cínico se cagaba, literalmente, en la calle y en todas las cadenas que el Estado ponía a los ciudadanos para perpetuar el sistema. Eran, como bien dice el profesor Infante, unos auténticos punkis.

Noticias relacionadas

Y ya ven, veinticinco siglos después, estamos bajo el yugo de Amazon, comprando ropa de Inditex, vigilados por Mr. Google y haciendo lo que nos dicen sus algoritmos, confundiendo libertad con borrachera, consumiendo reality shows como si nos fuera la vida en ello, siguiendo a yotubers de alma andorrana, viviendo en un monarquía, mirando al pobre como un perdedor, mirando al rico como un triunfador. Admitiendo a Ana Rosa Quintana como periodista, soportando a Toni Cantó como político, blanqueando el fascismo en prime time. Ignorando que el pueblo palestino sufre un genocidio a manos del Estado de Israel. Y algunos dudando del derecho al aborto, al matrimonio entre personas del mismo sexo, del derecho a una muerte digna, de que sin feminismo no hay futuro, de que sin ecologismo tampoco hay futuro, de que las corridas de toros son tortura animal. Otros siguen dudando de que el Atleti sea el mejor club de fútbol del mundo, de que el lúpulo solo aporta beneficios, de que las personas que aprovechan las rotondas para adelantar son seres despreciables, de que Menorca es uno de los rincones más bellos del mundo aunque tengamos también nuestras miserias. En definitiva, creo que los filósofos cínicos si vivieran ahora tendrían la etiqueta de Zara en los modestos sacos que cubrían sus cuerpos.

En 1989 cayó el muro de Berlín, y con él el único contrapeso que le quedaba al capitalismo más salvaje. Desde entonces ha sido todo un «compra, compra, compra», que no nos ha llevado a nada bueno. Menos mal que nos queda la ciencia, ¿quién sino ella nos sacará, por ejemplo, de esta puñetera pandemia? Más hombres y mujeres de bata blanca explicándonos lo que es el Universo, y menos populista idiota soltando soflamas chorras desde la más profunda de las ignorancias. Sé que solo es un deseo. Feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com