Les coses senzilles
Puertas abiertas
Yo sé que la frase «jornada de puertas abiertas» se refiere al día en que se autoriza al público a visitar ciertas instalaciones cuyo acceso está normalmente restringido. De donde deduzco que el acceso a los contadores de luz, agua o incluso teléfono está mayormente permitido a todo el mundo, porque al menos en la urbanización donde vivo las puertas o portezuelas que los protegen están siempre abiertas. Algunas parecen bocas en permanente estado de admiración, quiero decir que los contadores están siempre boquiabiertos, con las puertas batiendo a merced de las ráfagas de viento. Otros contadores tienen la puerta sujeta con un alambre que también está suelto a la espera del buen samaritano que lo ajuste con paciencia y resignación, para que cumpla con su dudoso cometido, que en realidad debería estar encomendado a las cerraduras que todas esas compuertas tienen indefectiblemente. Otras portezuelas yacen en el suelo, desencajadas de los goznes, arrancadas por quién sabe qué mano enemiga, o a lo mejor por un puntapié mal intencionado. Lo del puntapié es claramente posible, porque algunas puertas, además de estar pintarrajeadas con grafitis -generalmente mal hechos- muestran una concavidad sospechosa de haber sufrido una o varias coces de algún transeúnte desaprensivo. Otras puertas, en fin, han desaparecido. Los contadores, las cajas de electricidad, los grifos de paso están a merced del viento y la lluvia, del granizo y de lo que quiera caer del cielo.
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