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Los populismos cuentan con dirigentes muy listos. Saben aprovecharse perfectamente de las debilidades de nuestra sociedad en crisis. Trump estará loco pero no es tonto. Sus llamamientos al patriotismo, la lucha contra los enemigos (despreciando a los inmigrantes) y el liberalismo económico a ultranza, le han dado más de 68 millones de votos en este show electoral. ¿Tan poco les importa la democracia a toda esta gente que son capaces de seguir a un mentiroso, racista, misógino? Un analista escribía estos días que Trump es capaz de responder a los intereses de la gente normal aunque él no lo sea. Es una forma de recriminar a los partidos tradicionales, los que se llenan la boca de los valores de la democracia, que se han alejado de lo que necesitan los ciudadanos, que no conectan, que se centran demasiado en sus propias dinámicas y se olvidan del sufrimiento y las preocupaciones de las personas. Si los políticos responsables no les atienden, se dejarán seducir por las promesas de los popu-listos.

La desconfianza hacia los demócratas (no solo los americanos) es uno de los grandes riesgos del sistema. Pero no creo que sea responsabilidad solo de los políticos tradicionales, también como sociedad hemos arrinconado valores que antes nos motivaban. A veces nos parecemos a lo que votamos. Y además, los gobernantes no transmiten el valor del ejemplo. La palabra se adueña de todo y así como nace, se desvanece. Perdemos la memoria con demasiada facilidad.

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Mucha gente cree que el político tiene que ser un buen gestor. De acuerdo. Pero si solo es gestor ¿para qué le necesitamos? Si es así, valdría más poner nuestro voto en manos de un empresario de éxito, que hace lo que nos gustaría a todos, no pagar impuestos, que anima la economía sin ley, y si además nos dá espectáculo mucho mejor. Y si mientras gobierna para servirnos, el sabe servirse, pues se lo perdonaremos, porque es popu-listo.

Ya sé que es muy inocente referirse hoy al poder de la ética, ni que sea para aliviar un sentimiento de culpabilidad. Creo que la gente, en general, sabe moverse y comprometerse con buenas causas y no solo por el interés personal. Los políticos, también. ¿O no?