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Hace poco murió el ex alcalde de Ciutadella de Menorca Josep Carretero. Fue alcalde por el Partido Popular, pero tuvo la virtud de la moderación y la tolerancia hasta el punto de colaborar y llevarse bien con la oposición. Un gran mérito. Le caracterizaba su pasión por la ciudad, a la que favoreció con diversas mejoras, y su devoción cristiana. Consiguió para Ciutadella una sede del Consell Insular y concibió la idea de construir un dique exterior en el puerto para dar cabida a grandes barcos. También le caracterizaba la sencillez. Otro gran mérito. Su apariencia era la de un hombre sereno, pacífico, ecuánime, que pasaba por el mundo con tranquilidad sin calentar los ánimos de nadie. Su amor por Ciutadella le llevó a darse de baja del PP cuando no pudo conseguir la extensión universitaria para la ciudad. Durante los últimos años de su vida padeció una enfermedad pulmonar que debió de hacerle sufrir mucho y le llevó a la muerte. Hasta donde yo alcanzo padeció en silencio. Más méritos. Era un industrial de éxito, podríamos decir que hecho a sí mismo, creador junto con Sebastià Llull de la empresa de bisutería Denix, que destaca por la fabricación de réplicas de armas antiguas para coleccionistas. Una idea acertada, desarrollada con tenacidad desde el año 1966, que se ha extendido por el mundo y ha dado prosperidad a los suyos, a sus empleados y a su entorno.

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Una vida ejemplar desde la sencillez, o si se quiere, la naturalidad; sin grandes aspavientos, con esfuerzo y contención. Yo le conocí de un modo superficial y siempre me dio la impresión de serenidad y respeto. Conocí mejor a su hermano Jeroni, a quien llamaban «Min» como si fuera el descendiente de una dinastía china. Puedo garantizar que el respeto entre ambos hermanos era también proverbial, era norma de conducta, lo mismo que entre los miembros de la familia. A veces pienso que cuando nos morimos resulta que todos hemos sido buenos --unos más que otros. Nadie se atreve a pisar el sueño de los muertos. Ustedes ya conocen las coplas que Jorge Manrique escribió a la muerte de su padre, sobre todo los primeros versos, cuando habla de la brevedad de la vida y la necesidad de seguir el camino del bien hacia la buena muerte. Pero las coplas siguen, y cuando glosa a su padre, don Rodrigo Manrique, casi parece como si hubiera conocido a Josep Carretero: «Aquel de buenos abrigo, amado, por virtuoso de la gente… sus hechos… no cumple que los alabe… pues todo el mundo sabe cuáles fueron».