Me da, señor presidente, que se va a quedar solo en ese globo sonda de firmar un gran acuerdo de salvación nacional entre las fuerzas políticas y agentes sociales inspirado en los Pactos de la Moncloa. Me suena más a señuelo que a voluntad real.
Sabe que con el socio que ha elegido, ningún otro partido democrático y constitucional se sentará en la misma mesa. Tampoco es comparable la situación de aquel lejano 1977, los albores de la democracia se enfrentaban a un problema estructural en la economía y la sociedad española. El clima político era de colaboración y las relaciones gobierno-oposición eran hasta inocentes comparadas con el navajeo de ahora, cuando lo que ha de afrontarse es un momento coyuntural agravado solo por su gestión torpe y penosa.
Me suena a anzuelo que únicamente le va a servir, señor presidente, para armarse de nuevos reproches a una oposición que, dirá después, no ha querido colaborar en la salvación de un país cuyo gobierno ha formado usted con quienes han demostrado que quieren romperlo.
Señor Sánchez, si de verdad busca un gran acuerdo, ha de persuadir a la otra parte, no tratarla con embustes. La semana pasada subió a la tribuna del Congreso y retorció el informe de la universidad de Oxford hasta hacerle decir lo contrario de lo que realmente contenía. La portavoz de su grupo apoyó su argumento y exhortaciones en otra media docena de trolas demostradas. El que usa la mendacidad en su conducta no es de fiar. Y lo sabe, señor presidente.
Utilice alguna vez la autocrítica, que en cuestiones de acercamientos da unos resultados espectaculares. Y muestre autoridad frente a ese socio inspirador del chavismo totalitario que arruinó la nación venezolona y al que trata como un niño caprichoso al que le da todo lo que le pide, hasta el CNI.