Pues eso, que las placas tectónicas no paraban quietas y les dio por irse apilando en una rampa del mar que separaba, allá por el Paleozoico- época a la que quieren regresar todos los mandriles que se envuelven en banderas de colores para soltar sus mierdas inhumanas- una gran parte de lo que hoy es Europa y África. Esas sedimentaciones tan tochas que se posaron hacen unos 400 millones de años, la misma edad que suman todos los tertulianos de «Sálvame», fueron el origen de lo que hoy conocemos como Menorca, nuestra isla, nuestra casa.
Durante años estuvimos unidos a Mallorca, en el Cuaternario, era una relación de idas y venidas, como amantes apasionados que a veces se dan la mano y otras se observan desde la orilla. Y cuando ya nos soltamos de la isla mayor empezaron a pulular por la roca sus primeros habitantes, hace unos cuatro mil años, hora arriba o abajo.
Y el problema, queridos lectores, no es que aquellos primeros pobladores fliparían si vieran la Isla ahora, eso sería normal. Tengamos en cuenta que en cuatro mil años ha dado tiempo a unas cuantas guerras, con sus correspondientes saqueos, conquistas y reconquistas y a que mi Atleti ganará diez ligas, que no están nada mal. Lo flipante es que mi suegro que tiene más 80 años ha conocido en su intensa vida varias Menorcas. Y no me refiero solo a la cantidad de hormigón que se le ha tirado encima, porque si miramos alrededor todavía tenemos que estar contentos a pesar de los desmanes. Sí, ya sé que la desgracia de otros no puede ser nuestro consuelo, pero oye, una puesta de sol en la playa de Cavalleria le pone las pilas al más adicto al Litio.
Me refiero a la noticia publicada recientemente por «Es Diari»: «Las playas y calas de Menorca retroceden 4,78 metros en 60 años». Vamos, que mi suegro acabó la mili y ya empezó el mar a tragarse la Isla. Y seguro, pero seguro segurísimo, que no tiene nada que ver con el cambio climático, porque eso de que los fenómenos meteorológicos sean más frecuentes y virulentos debe estar relacionado con la cólera de dios y no con datos científicos avalados por rojos y ateos.
El Observatorio Socioambiental de Menorca (Obsam), con gente que sabe de lo que habla, no como los rebuznadores oficiales del neoliberalismo, explican que: «cuando el sistema de duna y playa está en un óptimo estado de conservación existe un equilibrio en el nivel de entradas y salidas de arena». Pero parece que cuando la mano torpe de especuladores insaciables meten sus hormigoneras a funcionar, la cosa se desequilibra y nos vamos al carajo.
Muchos años hablando de crecimiento sostenible, de Reserva de Biosfera y al final lo que nos quedará será una Menorca Talayótica, porque las piedras milenarias serán las únicas que aguanten el envite de la Pacha Mama, que está hasta el mismísimo de que la traten a patadas.
Claro que pedirle a un político, responsable de gestionar el tema, que mire más allá de las encuestas y del orden de lista en su partido para agenciarse la sillita, es como pedirle a Eduardo Inda que aplique la ética periodística, o a un vegano que pruebe el solomillo a las brasas, una completa pérdida de tiempo.
Pues nada, sigamos instalados en la gilipollez más absurda pensando que España se rompe por los independentistas, mientras lo que está ocurriendo realmente es que el país, más que romperse, se está ahogando. Y aún con todo, tomemos unas cañas a la salud de Menorca, al fin y al cabo no somos Murcia, todavía. Feliz séptimo jueves del año.
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