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Dicen que España fue un paraíso forestal, pero de eso hace cientos de años. No sé si será verdad el mito de la ardilla que podía cruzar todo el país sin tocar el suelo. No sé tampoco si las ardillas son tan viajeras. Pero bien mirado ahora también podría hacerlo, pero en globo o en avión. La deforestación de la tierra es un tema de candente actualidad, en vista de los incendios que se han cebado en la Amazonía y de las manifestaciones en contra del cambio climático. El «How dare you?» --¿cómo os atrevéis?— de Greta Thunberg ante los líderes mundiales me parece realmente dramático, y téngase en cuenta que la palabra «dramático» tiene varias acepciones, entre ellas «capaz de interesar y conmover vivamente», pero también «género literario al que pertenecen las obras destinadas a la representación escénica». La actuación de Greta Thunberg puede resultar teatral, pero también tiene un contenido de alarma realmente preocupante. En la Amazonía reside el bosque tropical más grande del planeta, que se extiende a lo largo de Brasil, Bolivia y Paraguay. Allí ardieron miles de kilómetros cuadrados de selva en miles de incendios. Se ha afirmado que la principal causa de la deforestación es la búsqueda de tierras a base de ocuparlas económicamente para transformarlas en pasto para ganado o adecuarlas para cultivos. La ganadería redunda en una mayor emisión de gases a la atmósfera, agravando el efecto invernadero al que también contribuyen los gases producidos por el transporte, por lo que ya hay quienes aconsejan comer menos carne y productos derivados de la leche como medida para frenar el cambio climático.

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Las protestas contra el cambio climático se han generalizado recientemente. Decenas de personas han acampado frente al Ministerio para la Transición ecológica de Madrid y cientos de activistas han sido detenidos en Australia, Londres, Berlín y Ámsterdam. Protestan por la falta de respuesta de los gobiernos ante la emergencia climática. Piden que se adopten medidas ambientales efectivas en defensa del planeta. Las grandes organizaciones medioambientales llaman a la realización de acciones masivas no violentas en todo el mundo, desde Nueva Delhi a Nueva York, en defensa del clima. Es evidente que los intereses de las grandes industrias y de los países más poderosos no pueden dar al traste con el mundo en que vivimos, aunque la ardilla perdida de España no pueda ya saltar de árbol en árbol y pasar a la arboladura de un barco al llegar al mar.