Nuestra realidad está hecha de palabras como las casas están hechas de ladrillos y el cine de imágenes. Hoy se habla del relato como algo determinante para el control social que ejerce quien ostenta el poder. A partir del relato que nos creamos, así actuaremos, votaremos o pensaremos. El relato dirige nuestras percepciones, determina nuestros sentimientos y le da forma a nuestra conciencia. Por eso decimos que tal partido ha impuesto su relato. Nos cuesta hacer las cosas por nosotros mismos y las compramos ya hechas. !Qué cómodo!
Los variopintos habitantes del hemiciclo o diputados pugnan para que su relato triunfe y se haga predominante, ayudados por los potentes medios de propaganda. La gente es crédula y poco dada a lo incoherente. Por eso, cuando lo que ve es caótico y contradictorio, tiende a adoptar la narración o ideología que más se adapta a sus necesidades o sentimientos. Aquella en la que todo cuadra y se justifica. Sigue triunfando Caperucita roja y el lobo feroz. Los clásicos tienen eso, que no pasan de moda. También pega fuerte El flautista de Hamelin. Sigamos la música y veremos.
Del había una vez al colorín colorado. Al final, todo es un cuento. Vladimir, Donald y Boris nos producen emociones fuertes. En España domina la nueva casta, aquella que quiere escribir un nuevo relato que creamos todos. Hay que tener mucho cuidado porque, como nos ha demostrado la historia, no todos los relatos tienen final feliz.