Me llega la triste noticia del fallecimiento de Pedro Carretero, a quien conocía desde niño. Era hijo de Joaquín Carretero, don Joaquín, en el instituto José M. Quadrado, donde fue catedrático de dibujo y compañero mío durante muchísimos años. Pero yo recuerdo al Pedro niño a quien su padre encargaba pasarse por la fonda a por una bandeja -una palangrana- de canelones para consumo de su familia numerosa. La fonda era el negocio de mi familia, razón por la cual llevaba el apellido familiar, Fonda Faner, aunque muchos la conocían por el nombre de mi tío Mario y decían can Mario. Pedro entraba por la puerta cochera, aparecía en el patio interior con una cesta enorme para su estatura de niño que contenía la bandeja ya limpia -escurada- de la vez anterior y que mi padre, que era el cocinero, sustituía por una fuente de canelones todavía humeantes, perfumados, recién sacados del horno, con su correspondiente bechamel jugosa. Claro, tal vez eso hoy en día no nos atrae mucho, pero imagínense por un momento de vuelta a los años cincuenta en que Pedro y yo éramos niños, cuando todavía coleaba la postguerra civil española y no hacían falta dietas para pasar hambre. Años más tarde, comentando alguno de mis libros, Pedro me recordó sus venidas a la fonda por la puerta trasera, las fuentes grandes, repletas de canelones y casi el aire límpido de aquellos tiempos en la Contramurada, la vía principal de Ciutadella, entonces transitada por carros y bicicletas, sin apenas presencia de coches.
Les coses senzilles
Bajo el cielo azul
15/04/19 0:19
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