Que la ciudad de Eivissa es la capital de la isla de Eivissa es tan natural como el café con leche por las mañanas. Que esa circunstancia sea reconocida a través de una ley específica con el fin de obtener cinco millones anuales extra es, visto desde Menorca, un gol por toda la escuadra.
Además el tanto llega en tiempo de descuento, a punto del pitido final de la legislatura. Ni el fondo ni la forma son los adecuados para dar más dinero a la capital pitiusa, que sin duda los merece. Hay otras vías, claro que sí, pero ha elegido una que no puede traspolarse a Menorca, donde eso de la capitalidad levanta ampollas y es difícil que arraigue ese debate para que ninguna fuerza política salga escaldada. Además, la iniciativa cuenta con los tres principales grupos de la cámara autonómica, de modo que tiene todas las bendiciones para salir adelante.
Eivissa isla cuenta con un 40 por ciento más de población y un diputado menos que Menorca. La ley electoral, además de injusta, ha quedado desfasada. Aunque se ha quejado a veces, no es lo que más le preocupa porque en el fondo sabe que, como dijo aquel politólogo, la política «trata de quién se lleva qué» y que es mejor contar con un diputado preparado y valiente que trece calentando el escaño.
Y además el concepto que utilizan es razonable, por tamaño, centralidad y punto de conexión con Formentera, debe ofrecer servicios extra sin más financiación que la municipal.
Borja Carreras-Moysi advirtió al llegar a la Alcaldía que Mahón que la ciudad daba o se le exigían servicios de capital y, sin embargo, tenía ingresos de pueblo. Buena diagnosis de la distorsión, aunque a corto plazo sirvió solo de magnífica excusa para subir el IBI, llamado contribución urbana en los 80. Los recibos pasaron de 600 pesetas a 6.000 como primer punto de una escalada que no tocó techo hasta años después.