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Otro añito que se va. Una página más en el calendario, al menos mientras queden calendarios en papel, que cada vez son menos al ser sustituidos por el Google Calendar, o cualquier aplicación de esas que lo mismo nos dice cuantos pasos tenemos que andar, que cuantas calorías tiene el turrón que nos vamos a zampar. Cuanto más listas son las aplicaciones tecnológicas, más tontos nos volvemos los humanos. Para compensar, lo que parece irremediable, afirman que el tiempo nos hace más sabios, no lo creo, ya está el 2018 a puntito de irse a un rincón de la memoria y todavía hay personas que piensan que a una tableta de chocolate con arroz crujiente se le puede llamar turrón, muestra inequívoca de que la Humanidad no avanza hacia un futuro mejor ni de coña.

Otro año más donde es casi inevitable hacer balance, y lo que es aún peor, hacer la lista de propósitos para el año que viene. Yo no sé ustedes, queridos lectores, pero yo voy teniendo cada vez más claro que mirar al pasado puede llevarnos a la nostalgia más chunga, y que hacer propósitos nos lleva, sin duda, a la decepción inmediata y posterior depresión. Así que para evitar que el consumo de antidepresivos y ansiolíticos siga aumentando a un ritmo endiablado, en lugar de hacer balance y propósitos sobre nosotros, hagámoslo sobre otros, que lo de criticar siempre relaja un montón, y estas fechas ya generan cierta ansiedad por si solas.

Veamos tres ejemplos. El primero, podrían hacer balance de su 2018 los propietarios de la compañía Vueling, y reflexionar sobre el pésimo servicio que han dado a sus clientes con mogollón de retrasos en sus vuelos, y por qué subió los precios para todos los habitantes de Balears cuando están recibiendo 57,4 millones de ayudas públicas. A la hora de repartir sus beneficios podrían reflexionar sobre la ética, la moral, y todos esos temillas menores para ellos. Y hacer propósito para el año nuevo, para tener un negocio que les de beneficios sin la necesidad de tomarnos por idiotas, desde Menorca se lo agradeceremos mucho.

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El segundo, podrían también hacer balance de su año los dueños de las compañías eléctricas, que mientras suben los precios de una manera obscena condenan a millones de personas a la llamada pobreza energética, que es una manera cursi de llamar a las personas que se mueren de frío porque no pueden encender la calefacción. Que reflexionen sobre ello cuanto se llenen los bolsillos de dinero sucio, y que hagan propósito de enmienda para ser más solidarios, porque actualmente tiene menos humanidad que un orco al servicio de Sauron (hasta aquí el toque cultureta citando la novela «El señor de los anillos» de Tolkien).

Y el tercero, podrían hacer balance los políticos que con sus actuaciones incendiarias han propiciado el auge de nuevos partidos que traen ideas antidemocráticas, misóginas, racistas, homófobas y dictatoriales. Podrían reflexionar sobre lo mucho que han robado y lo poco que han currado para limar desigualdades, y como propósito de año nuevo leerse algún libro que hable sobre la honradez del tipo «Como dormir de un tirón, porque mi conciencia está más tranquila y feliz que un koala con una hoja de eucalipto».

Pues eso, que hagan balance y propósito los chungos y poderosos que les joden la vida al resto, los demás ya tenemos suficiente con sobrevivir sin perder la sonrisa. Mastiquen las uvas despacito, que es muy feo echarlas por la nariz. Feliz último jueves del año.

conderechoareplicamenorca@gmail.com