A veces, por estado de ánimo, se me pasa por la cabeza enviar el siguiente comunicado a la redacción de «Es Diari» para ser publicado: «Queridos lectores, este articulista está apagado, o fuera de cobertura en estos momentos, le pueden mandar un mensaje a conderechoareplicamenorca@gmail.com o probar más tarde, sobre el jueves que viene más o menos». Supongo que el otoño, y el maldito cambio de hora, nos deja a todos más chafaditos, más empanados, y algo más tristones de lo que nos gustaría estar. Y como no todos tenemos a mano una rage room (conocidas también como habitaciones de la ira, donde el cliente, tras paso por caja, puede entrar y destrozar todo el mobiliario que encuentre), para soltar nuestra frustración y descargar adrenalina tenemos que buscarnos otras herramientas para trepar por el otoño sin que nos deje demasiadas cicatrices.
Viendo cómo la caravana de la vergüenza y la pobreza avanza a través de México camino de la patria de Trump, y éste, como buen samaritano, va a recibir a las mujeres embarazadas y a los más de 2.000 niños que salieron de Honduras, huyendo de la pobreza y de la violencia más extrema, con el ejército armado hasta los dientes y una banda de voluntarios patriotas que parecen sacados de las películas de miedo al estilo «La Matanza de Texas», a uno la alegría no se le despierta, es cierto.
Viendo como siguen muriendo personas ahogadas cerca de nuestras playas, ante los ojos de los europeos, que ven a los inmigrantes fallecidos como una simple molestia, y ya apenas ocupan sitios en los medios de comunicación, o a lo máximo que llegamos es a torcer el gesto antes de buscar una nueva serie en Netflix, el otoño se inverniza, y el corazón se llena de escarcha.
Y si miramos de fronteras para adentro el paisaje no es muy alentador, un justicia que no es justa, unos pobres cada vez más brutalmente pobres, unos ricos cada vez más obscenamente ricos y una clase política cada vez más mediocre, patética y peligrosa. Joder, vaya panorama.
Pero esa tensión permanente no hay corazón que la aguante. Y como ya somos un país con un consumo muy alto de ansiolíticos, mejor evitar recrearse en el lado oscuro y buscar la lucecita que pueda tener cada día. Y en ello estamos, porque en pocos años seremos el país más longevo del mundo, a pesar de los ansiolíticos, por cierto, los ingleses están rabiosos con este tema ¡chuparos esa hijos de la Gran Bretaña! Parece que no se explican que con lo juerguistas que somos, vivamos más que ellos, tan serios y trabajadores. Dicen que es por la siesta, o quizá sea por la retranca con la que nos tomamos todo caña de cerveza en mano, compartida con los parroquianos de cualquier bar. De hecho somos el país del mundo con mas bares por habitante, 1 por cada 175 habitantes, toma ya.
No quiero que quede la impresión de que, ante los grandes males del planeta, la solución sea ir de bares, y menos aún estar borracho todo el día, obvio que no. Pero lo que sí ayuda, sin duda alguna, es relacionarse, compartir con amigos, compañeros y familia, las alegrías y las tristezas que nos da la vida (ha quedado ñoño que te cagas, es el otoño, perdón). Porque un estudio de la Universidad Brigham Young (Utah, EEUU) reveló que la llamada ‘epidemia de la soledad' está cada vez más extendida por el mundo y sus riesgos para la salud son más altos que nunca. La soledad mata más que la tristeza compartida. Quizás no mejoramos un ápice el mundo, pero si lo compartimos lo llevaremos mucho mejor. Feliz jueves a todos.
conderechoareplicamenorca@gmail.com