Sin flash
Ha llegado el otoño
Asociamos el otoño con la caída de las hojas. Decadencia que deja los árboles esquemáticos. Lluvia que refresca. Pero el árbol sin hojas no está muerto y su apariencia desnuda es tan provisional como el Gobierno en una democracia que funciona. La vida adopta múltiples formas, estaciones, paisajes, según el tiempo que hace y cómo nos afecta: o sombrilla o paraguas. No es nada aburrida ni monótona la existencia dedicada a una pasión que nos llena y conmueve. Es preciso evitar la mediocridad, huir del pasotismo. La vitalidad ama la belleza pasajera y es una fuerza interior que todo lo mejora. Pero a la belleza hay que contemplarla con respeto, en lugar de destruirla o explotarla. No es buena la prisa. Ni el egocentrismo enfermizo. Para disfrutar de los momentos felices hay que sosegar la mente, olvidarse de la política por un rato y escuchar esa voz interior que reconforta. La que nos impulsa a ayudar al samaritano. Si cultivásemos el arte de ser buenos como nos dedicamos a otros menesteres menos importantes...
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