A estas alturas de la ‘cosa' catalana, me pregunto si lo de Raúl Romeva, Jordi Turull, Oriol Junqueras, Carles Puigdemont, Ada Colau, Anna Gabriel, Forcadell y la compaña anda en la cofradía de la pertinaz realidad política o en la cacofonía del quiero y no puedo, pura imaginación. Mientras tanto, por poner o por quitar unos lazos amarillos se manejan los catalanes a gorrazos que como no se pongan más en la filosofía de admitir que son antes que ninguna otra cosa catalanes a los que los aires independentistas han confundido al extremo del desacuerdo, pueden acabar muy mal..
Entre los independentistas algunos andan vacacionándose asustados por Europa porque saben lo caro que les puede costar si intentan pasearse por las Ramblas. Por cierto, que prácticamente al único que se le puede ver de tarde en vez en prensa escrita o en televisión es a Puigdemont, que no sé yo por qué me recuerda al capitán araña, aquel que embarcó a la tropa mientras él se quedaba en tierra quizá sabedor de que no estaba la mar oceana para singladuras marineras al antojo de cada cual. Y ¿de Anna Gabriel, qué? Ella tan echada palante en lo de querer ser lo que no podía ser. Llevo meses sin saber en qué se ocupa. Supongo que sigue por Europa, no sé si seguirá llevando aquel peinado que la caracterizaba. Según parece se fue a ver a Puigdemont. Luego, viendo que la cosa pintaba mal, se refugió en Suiza donde ha logrado un permiso para 5 años. Es una lástima que una mujer con el currículum tan brillante como Gabriel esté tan poco decidida, yo diría convencida, de la independencia catalana, que haya decidido, no sé si prudentemente o cobardemente, refugiarse en el país helvético a esperar que la cosa catalana clarifique.
He conocido cobardes que escondían su cobardía en medio del campo de batalla. Es evidente que aquellos que se han ido a refugiarse tras la barda de la impunidad jurídica europea, han preferido nadar y guardar la ropa que arriesgarse a parar en el trullo político donde solo van los que tienen sus ideas por encima de lo que digan jueces y leguleyos o los que nunca creyeron que lo que hacían, como poco merecían que la ley les tomase interés.
Lo de los lazos amarillos tiene mal color y no lo digo por el amarillo, sino por la confrontación creciente que se está generando. Parece mentira que estemos en el siglo XXI para demostrarle al mundo lo mal avenidos que están entre sí los catalanes. Mientras unos ponen lazos amarillos otros lo quitan y otros han escondido sus ansias independentistas fuera de España como Anna Gabriel Sabaté, porque no parecen estar nada convencidos que la independencia bien valga el purgatorio «de la injusta cárcel». Son héroes de poca monta, nada que ver con aquellos que sufrieron la cárcel, la tortura, el fusilamiento y la fosa en un olvidado cruce de caminos. Todo antes que renunciar en lo que creían y pregonaban. Claro que eran patriotas de otra pasta. Nada que ver con algunos que han resultado ser de chicha y nabo.