Siempre que mi espíritu trashumante me lleva a pasear las callejuelas de cualquier población, tengo por norma, a la que soy fiel, visitar las distintas cocinas regionales y las galerías de arte. Unas me alimentan el cuerpo, otras el espíritu. Comí (dejé la mitad) unos fideos con langostinos en un lugar, como dijo aquel, del que no quiero acordarme, francamente vulgares, y de vuelta para Madrid, en un gran restaurante de carretera, un plato combinado dado las horas que eran: dos huevos, patatas fritas y tres morcillas. De las morcillas sólo me comí una. Estaban más pasadas que la cantares. La morcilla con cebolla, cuando le pasa la fecha, es mejor echarla a la basura. Es bueno conocer el cocinero donde hemos decidido entrar a comer. Pasa lo mismo cuando decidimos entrar en una galería de arte para ver pintura. Cuando se conoce al cocinero en lo gastronómico y al pintor en lo artístico, nos evitamos las malas sorpresas de la mala comida o la mala pintura. En cuanto a la pintura puedo afirmar que tuve muchísima suerte al pasar al castillo de Chipiona donde exponía obra Cristian Castro, del que ya era conocedor de su exitosa trayectoria. Cuadros de variado formato, algunos realmente grandes, con temáticas de la zona andaluza, marinas de aguas transparentes, yo diría que magistralmente transparentes, donde los roquedos que cubren algo el agua, tiene un tratamiento impactantemente logrado. Sus composiciones pregonan el buen gusto y el nombre de su autor; un autor, por cierto, licenciado en Bellas Artes que sigue estudiando, sabedor que en pintura siempre será mucho más aquello que no se domina que lo que se pueda presumir de dominar a la perfección.
Així mateix
Magnífica exposición de Cristian Castro
10/08/18 21:23
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