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Consideremos los aspectos positivos y no seamos «siempre negatifos», que diría aquel entrenador holandés del Barça, en una cuestión absolutamente fundamental y, por tanto, no menos vergonzosa por su dilatación en el tiempo, como es la controvertida reforma de la carretera general que recorre la Isla de Maó a Ciutadella.

Las obras que han acabado derivando en el escalextrix construido para abortar la peligrosa incorporación y salida a Alaior concluyeron antes de que la temporada estival arrancase en sus meses de mayor presencia turística. Supuso - supone- un alivio para todos los usuarios y especialmente para los transportistas que circulan a diario, más allá de que la considerada macrorotonda diseñada en el gobierno del PP se denomine ahora enlace, por el pacto de izquierdas del Consell, cuando en esencia es lo mismo. La realidad, lo que de verdad importa, es que ha reducido a su mínima expresión el riesgo de accidente y afianzado su seguridad, que debe constituir siempre la razón primera de cualquier mejora en las comunicaciones terrestres de la Isla.

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Como contrapartida aparecen en el paisaje insular los restos de las edificaciones, ahora convertidas en mamotretos, levantadas y paralizadas en el tramo entre Maó y Alaior para salvar los giros a la izquierda hasta quién sabe cuándo, y el bochorno que ha supuesto la ejecución del asfaltado en el de Ferreries a Ciutadella con el verano respirando a pleno pulmón. Centenares de vehículos atrapados en la canícula estival, comunicaciones perjudicadas y pérdidas en el transporte turístico han sido la consecuencia de un calendario de ejecución con errores difícilmente comprensibles hasta provocar la lógica indignación de todos los afectados.

Mientras, un estío más se suceden los accidentes en la 'general', paralizadas las obras en un sitio como no podía ser de otro modo, y sin saber cómo acabarlas en otro.