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Un aficionado español besó en la mejilla a María Gómez, la reportera estelar de Mediaset el pasado domingo en el postpartido del lamentable España-Rusia. Otro le llamó guapa en otra intervención y la periodista se indignó y le puso en su sitio con energía pero con educación ante la cámara recogiendo a posteriori el apoyo de grupos tan sensibles a ciertas actitudes que hoy pueden entenderse como sexistas. Fue, en todo caso, una falta de respeto evidente para una profesional que cumplía con su trabajo, como han sufrido otras compañeras de profesión de otros países en el mismo campeonato.

Sin embargo, en otra intervención anterior la misma reportera se refirió, textualmente, a los «pibones» de la selección de Marruecos. «¿Pero cómo son todos tan guapos»? -se preguntaba-. «Alguien tendrá que consolarles», dijo. Hay que cuestionarse qué se llegaría a decir entonces si esos comentarios, tan inofensivos como jocosos, los hubiera hecho un periodista o cualquier colaborador durante la retransmisión de un encuentro?. La protagonista, por tanto, no parece la más indicada para remover conciencias, como ha hecho públicamente en alusión a ciertas actitudes.

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Meses atrás, en un estupendo reportaje del programa 'Informe Robinson', en Movistar Plus, sobre el jugador del Athletic, Iñaki Williams, este paseaba por la calle y una mujer se le acercó, le besó y le pasó la mano por el hombro en una muestra sincera de admiración porque defiende los colores de su equipo y... quizás porque es joven, fuerte, guapo. ¿Es eso sexismo?, por supuesto que no.

Quizás debería situarse un listón que determine las que son actitudes machistas y las que no lo son desde un punto de partida a ras del suelo, e ir ascendiendo peldaños poco a poco para recuperar una cierta normalidad en la que convivan el respeto absoluto con el sentido común para todos y para todas.