Completado el verano de 2017 en Menorca se acelera el paso hacia el aislamiento más lamentable propio de nuestra situación geográfica que genera una dependencia absoluta del transporte aéreo, agravada todavía más ahora por la limitación de aviones, frecuencias y compañías.
No solo se marchan las aeronaves de los turoperadores que desembarcan a los turistas en la Isla durante la temporada estival y la conectan con el Reino Unido, Francia, Italia o Praga. Desaparecen además, como cada año, la mayoría de conexiones con otros aeropuertos nacionales. E Incluso les siguen las compañías que antaño sí cubrían la ruta con Barcelona, el principal enlace de la Isla.
Ese ha sido el caso de Ryanair, que a finales de octubre nos da con la puerta en las narices, fundamentalmente porque no le es rentable mantener la ruta con la ciudad condal en invierno. A la vista de la deserción de pilotos que está sufriendo la compañía irlandesa, obligada a cancelar 2.000 vuelos estos días, cuidado con que su regreso a la isla para la próxima temporada no se vea alterado.
Air Europa también se esfumó tras un tímido regreso hace un par de años con lo que los residentes en la Isla quedamos una vez más al pairo, o lo que es lo mismo, al viento que sople en la ejecutiva de Vueling, nuestro único soporte aéreo para viajar a Barcelona.
En pleno siglo XXI, definida Menorca como destino vacacional al que se incorporan rutas y crecen las frecuencias periódicamente durante el estío, no deja de ser penoso que los lugareños tengamos que padecer la dependencia de una única compañía durante medio año con lo que esta situación significa.
Se trata de un regreso al pasado en toda regla, un paso atrás para el aislamiento de la isla, como si Menorca solo importara en verano.