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Sanseacabó. Al menos por un tiempo, creo. Ya no sé qué decirte y la ilusión se ha ido apagando. He consumido un montón de ideas y de recursos y ahora quiero desconectar un rato. Porque me lo merezco y porque te lo mereces. No quiero caer en el error de acudir fiel a mi cita cuando ya no sé de qué hablar y escribir por escribir me parece faltarle el respeto a la comunicación, al periodismo, al lenguaje y a ti que durante muchos sábados me has regalado un rato de tu vida para el que he intentado estar a la altura. Me voy, solo eso.

Es una tremenda responsabilidad llenar de sentido esta columna cada siete días convirtiendo los galimatías que se me forman en la cabeza en algo con mayor o menor significado. Si te soy sincero no sé si he estado a la altura de las circunstancias, si he llenado lo que buscabas o te he respondido alguna duda. Tampoco era mi intención. En realidad hubo un tiempo en el que hice mío aquello de «escribo por no matar» que encontré entre los desesperados apuntes de un reportero de guerra. Por entonces escribía desde la pasión, la necesidad y la inconsciencia. Aunque sirviera de mucho, de poco o de nada.

Lo dejo. No sé si por un mes, dos meses o para siempre. Me tomo unas vacaciones porque llevo mucho rato assegut a sa vorera y las ideas, como los pies que llevan tanto tiempo en remojo, se me han arrugado. Hay que despejar fantasmas, estirar las piernas o reencontrarme con las musas.

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He escrito de más y he leído de menos. Soy un yonkie de la palabra y creo que necesito una terapia de choque para desintoxicarme. Y más cuando a mi alrededor hay tanto ruido. El mundo se ha vuelto loco, igual que la gente, y toca cuidar de las personas. Como te decía, hay mucho ruido y prefiero contribuir apagando el mío por un tiempo al menos que no colaborar con la vorágine de sinsentidos que tanto se lee, que tanto se escucha.

Me callo un rato para volver con más ganas. Aprovecho el ocaso del verano para disfrutar de las últimas tardes por Atalis o Sa Mesquida. Puede que no haya pensado todo lo que he dicho pero sí que he dicho todo lo que pensaba y el agotamiento creativo ha ido consumiendo la ilusión que me empujaba. Y antes de que se apague y que mis textos sean un borrón, un garabato o una sombra de lo que algún día me parecieron, doy un paso al lado y cedo este coto privado de ideas para que otro lo llene. No prometo leerle pero es que si te soy sincero, amigo lector –y creo que siempre lo he intentado ser- no me leo ni a mí mismo.

Qué duro se hace bajar el telón cuando eres tú mismo el que sujeta la cuerda. En fin…

dgelabertpetrus@gmail.com