Francesc Florit Nin expone sus «Divinitats humanes» hasta el mes de octubre en el claustro del seminario de Ciutadella. Se trata de cuadros de gran tamaño que representan rostros de hombres y mujeres, a menudo en blanco y negro, o con verdadera sobriedad de colores, sobre soporte de madera. Son rostros serenos, seguramente porque Florit Nin es un hombre mesurado y ecuánime, poco dado a exaltaciones pasionales o a fantasías desgarradoras. Pero incluyen a menudo elementos imaginativos, como arabescos que decoran la piel como si se tratara de un papel pintado, o letras que surgen en desorden de la cabeza de alguno de sus personajes, un motivo que en algunas de sus obras recientes se ha visto repetido. Francesc Florit Nin, además de pintor, es poeta, y siente la necesidad de defender las letras y la lengua en sus versos y en sus cuadros. Visto desde esta perspectiva todo parece explicable. Un hombre amable, que ha pintado rastros de hojas y flores en cuadros grandes, con trazos hábiles, cuando vuelve sus ojos hacia sus congéneres los adorna con los mismos dibujos geométricos y caprichosos con que se nos muestra la naturaleza, repetitivos como los gajos de una naranja, las celdillas de un panal de miel, los entresijos de una piña tropical o los pétalos de una flor. Estas son las divinidades humanas de Florit Nin, rostros casi vegetales cargados de serenidad. Hay que ver lo que escribe la gente cuando contempla un cuadro. Seguramente al autor nunca se le había ocurrido nada de esto.
Les coses senzilles
Florit Nin a ca sa Capellana
19/06/17 0:00
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