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Os educáis con referentes. Muchos no anidan en las aulas. El niño/la niña admira a determinada persona o a un héroe concreto y, fruto de esa admiración, nace su anhelo por imitarlo. ¿Quién no quiso ser Superman? Sustituya usted el nombre por el que se le antoje. Ahora bien: ¿a quién se tiene que emular? ¿Qué calcos son buenos y cuáles no? La elección sabia requiere madurez, la que el adolescente todavía no posee. Corréis, pues, el riesgo de que el individuo idolatrado no contribuya a la formación de vuestros hijos, sino, más bien, a todo lo contrario… Y en este sentido –crees- no vais bien…

Así, en un anuncio, un famoso piloto de Fórmula 1 invita a mentir, mientras esboza una atractiva sonrisa… Y en un programa nocturno (y no me hable usted del sofisma de horarios infantiles y no infantiles por su constante vulneración) dos famosísimos futbolistas (venerados por masas juveniles y, por tanto, modelos factibles a seguir) invitan a jugar al póker on line. Los ejemplos serían incontables…

- ¿Como cuáles?

En una conocida serie de televisión –se emite en franja nocturna para adultos pero los capítulos se repiten, hasta la saciedad, a las dos de la tarde en una cadena filial- los contenidos llegan al paroxismo en cuanto a su mezquindad. Con un humor exento de toda inteligencia y sutileza y ambientada en una comunidad surrealista de vecinos, el culebrón ridiculiza a los inmigrantes, reduce a la mujer a una mera productora de placer, se burla de la homosexualidad y de la transexualidad, ridiculiza las creencias religiosas, itera escabrosas escenas escatológicas, ensalza el maquiavelismo, efectúa una oda a lo zafio, desvirtúa el amor, la honradez, ensalza subliminalmente el machismo, equipara bondad con estupidez, ridiculiza a los ex drogadictos presentándolos como seres rehabilitados pero tocados mentalmente, alaba la vaguería, etc… Esa serie o lo que sea eso cuenta, sin embargo –y de ahí su peligrosidad-, con envidiable audiencia… ¡País!

- Te dirán…

- Te dirán que es humor… Pues peor – te contestas-. Porque el humor burdo es lo que la convierte en letal, ya que los contenidos –que de otra manera nadie aceptaría- os entran, gracias a él, sutilmente, sin que os deis cuenta…

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- ¿Y?

- Para muestra un botón. En un capítulo, un personaje señala –y citas de memoria- que, a la postre, la Última Cena fue, sin duda alguna, una orgía de Jesús con sus apóstoles, todos, of course!, homosexuales…

En el programa encontrarías multitud de ejemplos, referidos a otros ámbitos e ideologías varias, con feroces críticas que hieren gratuitamente sensibilidades con el único objeto de sumar espectadores y suplir la carencia de verdadero ingenio creativo…

He ahí, en los casos citados, algunos posibles referentes a los que pueden acogerse los adolescentes, hoy…

Y luego os rasgáis las vestiduras ante las preocupantes victorias de engendros como Trump. Porque si habéis tolerado («¡es solo un programa de humor!») que la inmigración, las relaciones humanas, la dignidad de la mujer, el origen, la raza, el color de la piel, el amor, la religión, el respeto, sean objeto de brutal sarcasmo, ¿no será lógico que se vea luego como natural que esos colectivos y valores sean arrasados por un fascismo más o menos encubierto y en el poder?

Si el sudaca es, según la serie, un ser intelectualmente inferior –al igual que un drogadicto rehabilitado-, si el fin del hombre y de la mujer es mudarse en simples folladores, si las diversas sexualidades son objeto de escarnio, si para obtener una licencia municipal basta con una felación al funcionario de turno, si, efectivamente, todo vale, no habréis hecho sino abonar el terreno de lo que, sin duda, «se os avecina».

De ahí la necesidad de una férrea unidad entre padres y educadores. Porque arrecian los enemigos. Son multitud. ¿Sus armas? Letales. O vais juntos en esto o la guerra estará perdida. Y esa guerra no es cualquier cosa. Incluso tiene nombre: el futuro de vuestros hijos…