Pocos días después recibo una llamada, creo que del incombustible Emy, quien solicita mis servicios profesionales para un «amigo del circo que tiene los ojos muy mal». Me dice, con aires de misterio, que se trata de Ángel Cristo y que si puedo ir a verlo a la roulotte porque tiene que actuar aquella misma tarde. Agarro una linterna, un oftalmoscopio y unas gotas anestésicas y nos encaminamos al circo que creo recordar estaba situado en las inmediaciones del colegio Virgen del Carmen. Nos abre la puerta de la furgoneta la escultural Bárbara a cuyos pies retozaban un par de críos, sus hijos, y con expresión preocupada me conduce hacia un desastrado camastro donde yace el popular domador con los ojos inyectados en sangre.
- ¡Menudo virus ha agarrado, señor Cristo! -le digo a un metro de distancia- pero tranquilo que esto se cura sin secuelas, aunque es muy contagioso.
- ¿Virus?, ¿curación? En Madrid me dijeron que me iba a quedar ciego y me ingresaron -respondió incrédulo.
- Pues de eso nada, amigo. Unas gotitas, hielo, toallas aparte, y vida normal, de hecho ya está remitiendo…
Ni que decir tiene que aquello fue el principio de una bella amistad… con la no menos bella actriz quien estuvo llamándome desde sus giras para contarme la perfecta evolución de los ojos de su marido y me avisaba de sus visitas circenses a Mahón, incluyendo el correspondiente lote de entradas. Pero lo más peculiar tuvo lugar un año y pico después de su última visita cuando recibo una extraña llamada.
- Doctor Bosch, soy Bárbara…, Bárbara Rey. Necesito su ayuda. Me duele mucho la tripa y no dan con el diagnóstico…
-Glups.
Fin de la historia (me he asegurado de que no tenga grabaciones de cuando en la intimidad me llamaba Pedrín).
SÁBADO, 21
Whatsapps a destajo: me han visto el careto en Telecinco, sector Belén Esteban y sus salvadores, y el cachondeo es unánime. «Son cosas de mi hijo y su madre», les digo, no es más que el anuncio una serie de internet, que sí patatín patatán, pero me parece que el mal ya está hecho y nunca recuperaré mi buen nombre…
Lo que más me llama la atención es la cantidad de gente que ve esos programas en que salvan a gente de luxe, a tenor de los mensajes. ¿Tú también, amigo mío, ves estas cosas? Y me retiro recordando aquellas encuestas en que la gente solo veía documentales de La 2, Ja!
«La ciudad de las estrellas: La La Land», el musical de Damien Chazelle ayuda también a despejar las neuronas de miasmas ultranacionalistas y sus bravuconadas cósmicas. Tiempo habrá. Y es que Ryan Gosling y Emma Stone nos ofrecen una bonita historia sin final feliz y con mucho jazz. Una buena y oportuna ocasión para evocar la fragilidad de los sueños. O simplemente dejarse llevar mientras se cierne sobre nosotros el cáliz de los tiempos oscuros…
DOMINGO, 22
Magnífico artículo de Helena Urbano Coll sobre una hipotética e inquietante Menorca de 2053, repleto de esa poesía del articulismo que es el humor. Y el premio Mateu Seguí Puntas sigue su fértil andadura descubriendo jóvenes valores.
MIÉRCOLES, 25
En la radio de Diana explicando los pormenores del «Memorial Leonard Cohen» del próximo domingo en Akelarre (mañana, cuando salgan estas notas). Cohen es mucho Cohen y merece un reconocimiento por parte de quienes hemos hecho la travesía del siglo XX bajo el manto de su música y su poesía, y además es por una buena causa: ayudar a paliar los efectos de la criminal violencia machista. Cohen es un paradigma no solo de la música del siglo XX sino del poder de la palabra en un mundo lleno de ruido, twits y trumps, eslóganes y mentiras. Y todo un ejemplo de dignidad al encarar el último trayecto: I'm ready, my Lord…