En el año 2010 un equipo de investigadores del prestigioso Instituto de Tecnología de Massachusetts de Boston (Estados Unidos) colocó a un universitario de diecinueve años un sensor electromagnético en la muñeca para medir la actividad eléctrica de su cerebro durante siete días. Los investigadores querían obtener información relevante sobre los patrones diarios de actividad fisiológica. Los resultados no defraudaron. El equipo apreció que el sistema nervioso del estudiante arrojaba picos de actividad cuando realizaba deberes, trabajos de laboratorio o estudiaba para exámenes debido al estrés generado por estas tareas. Por el contrario, la amplitud y frecuencia de las ondas registradas decaían mucho cuando el alumno estaba escuchando clases magistrales de un profesor. En este caso, el nivel de actividad cerebral era prácticamente el mismo que en la etapa anterior al sueño. El alumno desconectaba su mente, no prestaba atención y se introducía en una especie de ensoñación musicalizada por las palabras del profesor. ¿Por qué había esa diferencia de actividad cerebral? La adquisición de nuevos conocimientos se produce a través del hemisferio derecho del cerebro que está más relacionado con la intuición, la creatividad y las imágenes. Cuando el alumno escuchaba la disertación magistral del profesor, su cerebro procesaba la información fundamentalmente a través del hemisferio izquierdo. Esta discordancia provocaba que el alumno no catalogara la información suministrada por el profesor como significativa, no le resultaba interesante y, por tanto, terminaba por olvidarla. Su cerebro no se emocionaba. Más bien se preparaba para dormir.
¿Tiene caldereta sin langosta?
Enseñar menos para aprender más
08/01/17 0:00
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