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Asistir a dos días seguidos de conferencia mañana y tarde, puede llegar a ser tedioso si los temas no nos gustan o los conferenciantes son poco versados en los temas elegidos. Personalmente me gustan más las mesas redondas, donde se pregunta o se contesta. Si en la mesa redonda concurren expertos altamente cualificados en los temas que desarrollan, puede ser una gozada. Pero antes de intervenir hay que palparse dos veces la camisa, no vaya a ser que metamos la pata hasta el corvejón. En esa filosofía de no abrir la boca, siempre aparece uno que si no interviene, revienta.

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Tengo por norma, y siempre me ha dado buen resultado, el que si no tengo nada interesante que decir, me callo, postura que yo agradezco a quienes piensan y actúan de igual manera. Algunas veces he distraído una hora escuchando a tertulianos televisivos. Algunos parece que sea ese su oficio, otros son recién llegados; los peligrosos son los de oficio porque les da lo mismo freír una corbata que planchar un huevo, son capaces para destetar al potro de matar la yegua. Pontifican sobre cualquier tema sin pararse a considerar si sus conocimientos son los adecuados. Más de una vez he sentido vergüenza ajena y se me ha venido a la memoria aquellas palabras del rey Juan Carlos cuando le soltó a Hugo Chávez, ¡¿Por qué no te calles?!