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Qué pérdida de tiempo es lograr con muchas palabras lo que puede lograrse con pocas. Algo así debieron pensar los dimisionarios socialistas sabiendo que su dimisión era más efectiva que cualquier discurso. Pero para mí tengo que no sopesaron que también era un torpedo en la línea de flotación de la nave socialista. El precio de defenestrar a Pedro Sánchez puede ser altísimo. Cuantificarlo ahora en términos electorales es querer ejercer de oráculo y en política ni siquiera cuando la UCD se diluía como un azucarillo en un vaso de agua, fueron sus dirigentes capaces de adivinar el tsunami electoral que los iba a barrer del electorado.

No me seduce cebarme en un árbol caído pero no quiero dejar de anotar que no sería ésta la primera vez que modestamente he advertido al socialismo que llevaban una singladura equivocada y que no estaba todo lo rechazable en el mascarón de proa. Cuando se pasa de tener un último presidente con más de 11 millones de votos a tener 8 años más tarde no mucho más allá de 5 millones, algo muy serio está ocurriendo entre el partido y el electorado. Cuando no se es capaz de tener posibilidades para ganar unas elecciones a un partido infectado por la metástasis de la corrupción más obscena, algo muy serio tiene que estar ocurriendo. Cuando se tiene un dogal con un extremo en la honradez y el otro extremo en la pesada losa de los ERE de Andalucía, prolongando durante años el fin de semejante vergüenza, algo equivocado está ocurriendo. Cuando hartos de estar hartos emergen nuevos partidos, ha llegado el momento de hacérselo mirar. Y por si todo fuera poco, los dirigentes socialistas no se planteaban estos últimos años nuevas preguntas por muy nuevas que fueran las situaciones. ¿Para qué iban a preguntarse nada convencidos, como han estado, de tener todas las respuestas? Craso error y poca humildad. Sobre política urbana han demostrado que lo ignoraban casi todo. Como esa tontuna de empecinarse en ir a terceras elecciones que aparte de hacer un ridículo espantoso, llevan al PP a sumar cada vez más votos y por ende más diputados porque la corrupción no les quita el sueño ni zarandea al votante su espíritu por semejante situación. Y menos ahora, que ven a un socialismo desnortado, sabedores que Rajoy volverá a ganar las elecciones dejando, casi seguro, en tercer lugar a un PSOE abrumado por ser sobrepasado por Podemos teniendo que aguantar el temblor de piernas para unas fuerzas propias que apenas llegan para mantenerlos de pie.

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Mal, muy mal para España y la clase trabajadora, al igual que para la política cuyo presente es preocupante y el futuro una incógnita que puede hacer muy complicada la navegación de la nave democrática. Capear por una cosa o por la otra el temporal de la política europea y la nuestra con una marinería capaz de hacer zozobrar incluso la nave de la democracia a nada que cuatro incapaces se lo propongan, es una situación muy dura a la par que injusta. Una tripulación, la de la democracia, que nos deja cada dos por tres con el corazón en el puño. Echemos mano del sentido común o las vamos a pasar muy putas. Voluntarios para cualquier desastre político no nos faltan.

Pedro Sánchez ya sabe ahora en propia piel lo que decía el primer canciller alemán, Conrad Adenauer, «hay tres tipos de enemigos: los enemigos a secas, los enemigos mortales y los compañeros de partido». Winston Churchill le dijo a un joven parlamentario británico: «el político tiene enemigos mortales y compañeros de partido».