Los cambios, incluso aunque sean a mejor, siempre generan estrés. Una mudanza, el nacimiento de un hijo, un cambio de trabajo, e incluso un viaje, son situaciones que sacan a las personas de su rutina, y eso genera nerviosismo, ansiedad, incertidumbre, etc. Pero esa situación de estrés es al mismo tiempo la que nos da el chute de adrenalina y endorfinas necesario para sentir que pasan cosas en nuestras vidas. Cada uno debe regular la dosis que necesita, los hay que se convierten en auténticos yonquis del tema y están siempre buscando emociones, y en cambio los hay que prefieren navegar en piloto automático sin demasiados sobresaltos. Entre esos dos puntos, muy respetables, sitúense ustedes, queridos lectores, donde deseen.
Lo que sí nos muestra la historia es que son las personas más atrevidas las que nos ha hecho evolucionar, y que por el contrario, si dependiera de las personas más conservadoras aún estaríamos viviendo en las cuevas, o pensando que la Tierra es plana, por cierto vaya lio que se haría el GPS.
Por citar un solo ejemplo nos acordaremos de Galileo Galilei. El astrónomo, físico y matemático de Pisa no lo pasó bien con la Inquisición. Eso de que la tierra girará alrededor del sol iba en contra de las Sagradas Escrituras y no lo podían dejar pasar, menudos eran los aficionados a quemar brujas y a someter a tormento a todo aquel que se saliera del redil. En 1633 los ultraconservadores miembros de la Santa Inquisición le condenaron a cadena perpetua. Las cárceles de aquella época no tenían gimnasio ni televisión por cable, así que el bueno de Galileo abjuró de sus ideas para que le conmutaran la cadena perpetua por arresto domiciliario, pero dicen que les soltó por lo bajini «y sin embargo se mueve», con un par. Si llega a ser por los inquisidores nada hubiera cambiado nunca. Sin embargo el tiempo les colocó, más o menos, en su sitio y ahora nadie duda de que la tierra gira alrededor del Sol. Aún así los GPS siguen dando problemas.
Galileo con su telescopio nos descubrió un nuevo mundo, al igual, salvando las abismales diferencias, que han hecho ahora los de Nintendo, perdón por la publicidad, con su aplicación para móviles de realidad aumentada Pokémon Go. El juego consiste en ir con el teléfono móvil cazando Pokémon por todos los rincones del mundo. En el Molí de Dalt de Sant Lluís hay un gimnasio Pokémon, flipante, ¿no? La locura se ha desatado desde nuestra Isla, donde a los miles de bañistas que abarrotan la playa de Macarella ahora se les suman los Pokémon, hasta Nueva York, donde se han producido aglomeraciones en Central Park.
Seguro que si los ingenieros de la multinacional nipona hubieran descubierto este juego en otros tiempos, los santos inquisidores les hubieran tocado las narices diciendo que los simpáticos bichejos eran animales del diablo, o algo parecido. Sé que es osado, pero seguro que si Galileo viviera ahora sería de los que estaría buscando Pokémon y sobre todo investigando las infinitas posibilidades que tiene la realidad aumentada para cambiar el mundo, y no de los que se quedan en casa criticando toda evolución.
Les aseguro que si Nintendo profundiza en la realidad de este país no tardara en lanzar al mercado un Corruptos Go. Sería alucinante ir por la calle buscando estafadores y poder capturarlos pacíficamente con un solo movimiento de nuestros dedos sobre la pantalla. A pesar de tanta tragedia y tanta sinrazón, vivir es intentarlo. Así que sigamos intentándolo. Feliz verano.
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