Mientras las administraciones se dedicaban a convocar sucesivos concursos que aportaban ideas estupendas, pero irrealizables por insostenibles, la Illa del Rei se iba deteriorando bajo el abandono, el pillaje y el vandalismo.
El hospital británico de la Bloody island permaneció operativo hasta 1964. Entonces empezó la destrucción sistemática de este extraordinario conjunto con 8.000 metros cuadrados construidos, que fue declarado en 1979 monumento histórico-artístico y arqueológico de carácter nacional por el relevante valor patrimonial de la basílica paleocristiana y las edificaciones del siglo XVIII.
Tampoco prosperó el proyecto de un parador turístico nacional, y en 1985 revirtió al Ayuntamiento la primera tierra que el rey Alfonso III había pisado en 1287 al inicio la conquista de Menorca.
Entonces se agudizó la triste imagen de estropicio y negligencia de este enclave emblemático del puerto mahonés. Solo podía salvarle un milagro.
En 2004 se movilizó la sociedad civil menorquina. El general Luis Alejandre formó un grupo de voluntarios que acometió con entusiasmo la tarea titánica de recuperar, consolidar y dar nuevos usos al hospital que en 1711 ordenó construir el comandante jefe de la escuadra de Gran Bretaña en el Mediterráneo. Las sucesivas obras de reforma y ampliación se prolongaron hasta 1776.
Para acceder a las bellezas arquitectónicas ocultas, los voluntarios utilizaron sierras mecánicas con las que desbrozaron la tupida vegetación. Ahora, gracias a la iniciativa de Carme Serra, presidenta de Editorial Menora y del Grup Serra, la dinámica asociación de Amics de l'Illa de l'Hospital recibe 400.000 euros, procedentes de Fundatur (Fundación Turística y Cultural de Balears), que permitirán rehabilitar el ala principal. Prosigue el milagro.
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