Se habla (mucho) de aportar nuestro granito de arena a una causa (justa, a poder ser) pero a veces se olvida en la práctica esta labor en miniatura. A veces parece que «no se puede hacer nada», que «las cosas son como son», que «es lo que hay» y que no nos queda otro remedio que aceptar las injusticias porque somos demasiado pequeños o porque la tradición es la tradición y resulta que «esto siempre se ha hecho así» o porque sí (y punto). Se nos olvida que existe la unión (la que hace la fuerza) y suerte que existen las segundas oportunidades (electorales): la tercera, atentos, suele ser una piedra.
No olvidar es aprender y la Unión Europea, con las pisadas de nuestros abuelos y bisabuelos exiliados dentro de sus viejas venas, parece que no aprende: consiente las muertes diarias en nuestro mar Mediterráneo y el desamparo de las familias varadas (sin segundas oportunidades); niega (entre otros derechos) el derecho al asilo y cierra sus fronteras a seres humanos desesperados (y sus cajones de la memoria).
Si todas hubiéramos pensado «es lo que hay», esta escriba, por ejemplo, de sexo femenino (entre otras cosas), no podría ir a votar el próximo domingo (ni abrir una cuenta corriente en un banco sin el permiso de padre o marido, como ocurría hace tan solo unas décadas en este país de triste figura). Por eso es importante recordar, porque se olvida todo muy fácilmente (qué correos electrónicos tenía que escribir hoy sin falta; cómo se titulaba esa película que vimos la semana pasada; a quién puse por testigo) si no se hace un pequeño esfuerzo: empeñarse en no olvidar puede ser ya un majestuoso grano de arena (para la causa que sea).
Ejemplo de causa (una que no está en la mayoría de agendas electorales): la ONU cifra en 65,3 millones el número de personas refugiadas, desplazadas internas y solicitantes de asilo en la que es ya la peor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial. La deshumanización va en aumento, cifras aparte: no debemos olvidar.
Ejemplo de grano de arena: colaborar (como se pueda) con una oenegé como Médicos sin Fronteras, que hace una labor 'pagable' junto a esos seres humanos sin futuro aparente y que acaba de renunciar a los fondos de la Unión Europea para protestar por su «dañina política migratoria, basada en la disuasión y en alejar lo máximo posible de sus costas a quienes huyen de la guerra y el sufrimiento».
Otro ejemplo: el viaje que hicieron al campo griego de refugiados de Idomeni (que ya ha sido desmantelado) Remedios Díaz y Lourdes Rodríguez de Zuloaga y su puesta en marcha de un programa de voluntariado, germinado a partir de esa experiencia, con el apoyo de la Plataforma Benvinguts Refugiats Menorca. «No nos podemos conformar con esta Europa», dijeron estas doctoras el domingo en Maó, en la conmemoración del Día Internacional de los Refugiados. También se escucharon allí poemas y canciones y se dijo que se ha demostrado una y otra vez que sirve cada grano de arena, que sí se puede y que es la gente la que salva a la gente. Y que los ayuntamientos, las instituciones más cercanas a la gente, han de ser los abanderados de esta red de acogida que tiene que crecer, «si es necesario desobedeciendo al Gobierno de España». Son los ayuntamientos los que han de aportar esos granos de arena para aumentar y agilizar la llegada de personas necesitadas de asilo y garantizar después su integración: todos vamos a hacer falta en esa deseable segunda oportunidad para las personas refugiadas, que hoy, mañana (o ayer) podemos ser nosotros. No debemos olvidar.
Otro ejemplo de grano de arena: ponerse un instante en el lugar de quien no tiene las mismas opciones que una antes de meter el voto en la urna.
Grano de arena es, para acabar, una de esas figuras retóricas ya tan interiorizadas que se usa para, de un plumazo o de golpe (por citar otras), referirse a una idea, en este caso, a esas acciones pequeñas que unidas, suman. O lo que es lo mismo: cada voto cuenta (y ojalá, después de las elecciones de este domingo postsantjoaner y de la necesaria reforma electoral, cada voto, además, cuente por igual).
«Aportar un granito de arena» es ya una frase hecha, sí, de las que empobrecen los discursos políticos (como «arrimar el hombro» o «remar en la misma dirección») y también los textos literarios, tal y como hemos hablado este fin de semana, con la escritora y profesora Rosario Raro en Talleres islados (entre otros asuntos narrativos). Deberíamos pues tratar de evitar los clichés en todos los ámbitos, tratar de decir/mirar las cosas desde palabras y metáforas nuevas; crear nuevos mundos (a través del lenguaje, para empezar) y reinventar aquellos que todavía sigan vigentes en su esencia: felices votos/granos de arena.