DE LAS RISAS A LOS SILENCIOS. La acción política del Govern debe se colegiada, lo que exige la corresponsabilidad, la confianza mutua y la implicación de todos los consellers. Los gobiernos de cuotas acaban estallando. Armengol debe gestionar y resolver su primera crisis, pero ya nada volverá a ser como antes en el tercer Govern de Pacte
Se pone Marc Pons en 'modo Joana Barceló' y proclama, sin despeinarse, que «hay que pactar los acuerdos y los desacuerdos». Añade que «el Govern funciona razonablemente bien», pero sus pastoriles declaraciones son desmentidas por el voraz incendio político -ni extinguido ni controlado- que ha arrasado la Conselleria de Participació, Transparència i Cultura, con la combustión espontánea de la consellera lanzallamas Esperança Camps. El siniestro ya se ha propagado al Consulat de Mar y amenaza con provocar quemaduras de primer grado a Francina Armengol.
Esta sección transita del «Esperança Camps, entre Palma y Valencia» (13 de marzo) al «Esperança, entre el cese y la dimisión» (27 de marzo) que ha acabado con la esperpéntica salida 'a la valenciana' de Camps de un «Govern muy previsible, porque hemos fijado todo lo que haríamos» (Marc Pons forever).
¿También el espectáculo, tan ofensivo y gratuito con el que la novelista que no supo ser consellera se despidió el viernes? Una fastuosa exhibición pirotécnica de críticas, reproches y descalificaciones contra todo y contra todos en la que «ametralló al Govern con su ego» (Matías Vallés), disparando mascletá y traca final sobre Més per Menorca. «Morir novelando», tuiteó David Abril, que subrayó la falta de elegancia del sonoro portazo.
La primera dimisión
Hace una semana, cuando explicamos que «la salida de Esperança Camps del Govern se producirá después de Semana Santa; falta fijar la fecha, afectada por la baja del ibicenco Joan Boned» la consellera sin experiencia, propuesta -que no nombrada- por Més per Menorca ya había presentado su primera dimisión. Porque 48 horas antes, en la quietud del Viernes Santo, cuando Maite Salord degustaba formatjades y caramelos de Pascua y volvía a visionar 'Ben Hur', Camps ya manifestó a la presidenta del Consell su firme intención de renunciar. Se sentía agotada, dolida, desbordada y, sobre todo, muy traicionada.
-Aguanta, Esperança. Ho aclarirem. Jo aniré a Mallorca i amb en Nel ja veurás com posarem a retxa a tots aquests directors generals mallorquins tan punyeteros que te fan la guitza.- le contestó quien, en junio del 2015, le llamó a Valencia para ofrecerle ser consellera del Govern.
-Però jo no som política!
-Ja n'aprendrás!
Maite Salord calificó de «mentira» que Camps deja la Conselleria, «allà és, lluitant per tirar endavant el projecte de Més per Menorca amb ganes i responsabilitat aliena a rumors malintencionats», dijo la presidenta. Nel Martí añadió que «des de fa unes setmanes corre un fals rumor. La inminente destitución de Esperança Camps. Una destitució que després es va convertir en dimissió, i que encara no s'ha produït, tot i que ja han passat setmanes».
En una semana, lo que era un «falso rumor» para el diputado portavoz de Més per Menorca y una «mentira» para la presidenta del Consell se ha convertido en una crisis de órdago en el tercer Govern del Pacte, un terremoto político que desnuda al Ejecutivo de Armengol, destapa los desacuerdos internos del Govern de cuotas y abre muchos melones: una remodelación cuya salida aún no se vislumbra, porque vienen más curvas y más cambios.
Dejan caer a Camps
Todo se precipitó el viernes, cuando se consumó la segunda dimisión. Era el día en el que la consellera debía presentar el proyecto estrella de su departamento: la ley para la Oficina Anticorrupción. Se torció el guión cuando Maite Salord y Nel Martí se desplazaron a Palma para resolver el problema 'a la menorquina'. Pero nada sucedió como habían previsto, porque los doce directores generales de Participación, Transparencia y Cultura se habían conjurado previamente para dimitir en bloque si continuaba la consellera.
-O n'Esperança o noltros.- advirtieron gracias a los sólidos apoyos, entre otros, de Més per Mallorca. Lucha fratricida.
Salord y Martí pretendían solventar la megacrisis con una miniremodelación: destitución de Sebastià Sabater, asesor de prensa, y traslado de Angels Alvarez, jefa de gabinete, a una asesoría. Camps cesaría a algunos directores generales contrarios. Pero la conselleria estaba rota. La desconfianza y la falta de cintura de la consellera habían provocado los desacuerdos y las tensiones.
Cuando Esperança Camps no acudió a la rueda de prensa para presentar el proyecto de ley de la Oficina Anticorrupción, Marc Pons y Armengol supieron que su suerte estaba echada. La presidenta del Govern dejó caer a la consellera de Més per Menorca porque no le garantizaba la estabilidad en su departamento. Empezaba el tiempo de silencio para la gran remodelación.
Este Govern ha perdido la esperanza. Habrá que averiguar si aún mantiene la fe y la caridad, virtudes teologales que no se practicaban en la conselleria que debía ser el emblema de la buena gestión de Més per Menorca.
PREGUNTAS DE LA SEMANA
¿Convocará Més per Menorca primarias «per a trobar la persona adient per a liderar la Conselleria»?
¿El elegido será Miquel Àngel Maria (novelista), Francesc Florit Nin (pintor y poeta) o Jaume Gomila Saura (actor)?
¿Pagará Més los billetes de ida y vuelta del desplazamiento de la presidenta del Consell el viernes a Palma?
¿Quién redactó los dos comunicados de Més sobre la dimisión de Esperança Camps?
¿Cuándo se dio cuenta Més per Menorca de que no le corresponde «nomenar la persona que ha de substituir la consellera dimitida» para gestionar «la conselleria assignada a la nostra coalició»?
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