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La gripe, esa conocida que se te planta en casa sin llamarla. Así llegó en el mes de enero y la he visto transformarse durante estos meses en faringitis, bronquitis. Además una conocida muy pesada, va cuchicheando de persona en persona ¡en mi propia casa! ¡Será sinvergüenza! Pero es lista, sabe a quién atacar, al más débil en defensas. Y como una mujer embarazada no se puede tomar nada de nada ahí vamos, mal conviviendo con ella, y justificando mi ausencia en ciertos círculos a los que suelo asistir con frecuencia. Es una pesadilla, no te levantas y ya estás tosiendo y piensas que el peque que llevas dentro debe estar hasta el cordón umbilical de su mamá. El sol en la Isla lo hemos tenido muy vago, porque si hubiera estado presente habría hecho los deberes, que era matar a todos los bichos y ácaros que el viento de Tramontana se encargaba de ir repartiendo por cada casa. Con lo cual mejor quedarte en casa porque ya tienes bastante con tus bichitos como para hacer una fiesta interminable en el hogar.

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Quedarte en casa, a veces la única bombilla que se te enciende es poner la televisión, que me lo den todo hecho porque me encuentro tan mal que no me apetece pensar. Y qué ves, minuto a minuto, tertulias políticas sobre la ausencia de gobierno; los niños refugiados de Siria que están sufriendo la desidia y la falta de compromiso de Europa para asistirlos. Y para colmo de males, un atentado terrorista de ISIS en Bruselas. La primera imagen que veo es la de un carrito de bebé solitario en un fondo desalentador y polvoriento del aeropuerto de la capital europea. Y eso no lo soporto, prefiero estar con la pesada de la gripe y sus amigas que ver, sentir como lo pasa mal un niño. Tanto si es europeo como si procede de Siria. Qué mundo estamos dejando a las nuevas generaciones. Seguimos sin dar importancia a la herencia. Nuestros niños se harán mayores y tomarán decisiones, y muchas veces tomarán referencias del pasado. Y qué verán. ¿Serán capaces de dejar el resentimiento y empezar de cero a hacer políticas integradoras?, donde no se promueva el miedo de ningún bando. Ni desde el terror, ni desde las políticas más democráticas. Ahora veo Instagram y descubro niños felices, con ropa bonita, con unos padres que les quieren y cuidan. Contrastes de la vida. Y ¿cómo puedes seguir adelante? pues siguiendo. En la adolescencia soñabas con hacer cosas para cambiar el mundo, que no es tan fácil. Lo que sí es un hecho que cuanto más poder adquieres en la escala social antes llegas a poder cambiar ciertas dinámicas sociales y hacer un mundo mejor. Eso espero de mis hijos que lleguen a cambiar un poquito el rumbo que está tomando este mundo, yo lo intento desde Supervan Family.

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