Hay quien desacredita a los gobiernos que nacen de los pactos, especialmente si son más de dos partidos los que los forman. Prefieren las mayorías. Sin embargo, hoy se impone la necesidad del acuerdo. Se nota que algunos partidos no están acostumbrados a consensuar casi nada y sobre todo se percibe que no tienen capacidad para renunciar a cuestiones importantes para facilitar el consenso. De palabra, todo; de hecho, casi nada.
Los partidos que forman un gobierno, como sucede en el Govern y el Consell, con la diferencia de que Podemos está fuera en Palma y dentro en Menorca, tienen cada uno asignada su área de gobierno. Se corre el riesgo de que las dinámicas partidistas que deberían estar archivadas hagan que un partido no se meta en el terreno del otro. Una mala solución para no pisar callos.
Un ejemplo. Es cierto que Podemos y Més per Menorca se han desmarcado del nombramiento a dedo de Noemí Gomila, exconsellera socialista, como coordinadora del Ibavi en Menorca. Se cubre así un puesto técnico con un cargo de confianza. Algo sorprendente después de todo lo que ha llovido. Hace unos meses, Podemos llevó hasta el límite el nombramiento de Francisco Fernández Terrés. Moderó el tono con el de Ernest Ribalaiga. Y casi no se le ha oído con Noemí Gomila. Una cosa es mantener una pose de «no lo comparto» y otra exigir las medidas éticas que tanto han pregonado. Més ha sido más coherente, marcando distancias con estos nombramientos, pero no ha hecho un motivo de batalla porque prefiere no entrar en el territorio de otros partidos y dedicarse a otras cosas.
El PSOE ha sufrido un gran desgaste electoral. La colocación de compañeros forma parte de la tradición del bipartidismo. Más le valdría aplicar nuevas formas de actuar antes de que le adelanten por la izquierda y la derecha.