A comienzos de este mes un conductor de 80 años fue captado por las cámaras de la Dirección General de Tráfico conduciendo en sentido contrario por una autopista en Málaga. No era un kamikaze, condujo ocho kilómetros dando ráfagas a los otros coches y pensando que él iba en el carril correcto. El despiste no causó accidentes pero pudo ser, como ha ocurrido en otras ocasiones, mortal. Tampoco en la Isla nos hemos librado de descuidos que podían haber sido desgracias con mayúsculas. En febrero un conductor de avanzada edad se empotró contra la parada de autobús de Ferreries y la semana pasada otro conductor mayor perdió el control del vehículo y arrasó la terraza de un bar en Es Castell.
Se asocia la edad a la prudencia y es cierto. Los conductores mayores suelen conducir más despacio y respetar las normas de circulación, pero también es verdad que a medida que se cumplen años los reflejos, la capacidad de reaccionar ante situaciones inesperadas, bajan, y que los reconocimientos médicos para renovar el carné no pueden ser un mero trámite.
No se trata de penalizar a estos conductores experimentados, sino muy al contrario, de ganar en seguridad para todos. Demográficamente vamos hacia una sociedad de edad avanzada; España es uno de los países con la población más envejecida de Europa. Hoy se puede ser mayor con calidad de vida y eso incluye la movilidad, poder conducir tu propio vehículo, pero con garantías para uno mismo y para los demás conductores. Por otro lado, en un lugar como Menorca, donde el transporte público no pasa, gobierne quien gobierne, de un estado embrionario, restringir el carné a una parte importante de la población sería hacerlos dependientes cuando no lo son. Lo que se requiere son reconocimientos más exhaustivos y también más autobuses.