TW

Hace unos días acerté a entrar en la Biblioteca Nacional al mismo tiempo que un conocido y alabado personaje al que me une una buena amistad, del que obviaré decir su nombre, no vaya a ser que le dé motivos a uno de esos escasos pero mezquinos practicantes de la calumnia gratuita y le dé por poner en «Es Diari» digital «que a mí me gusta figurar».

Después de saludarnos y hablar unos minutos, cada cual puso rumbo a sus cuidados. Pero como no estaba yo en el mismo análisis sobre lo que habíamos comentado del terrorismo, aprovecho ahora, con el permiso de ustedes, para intentar aclararme por escrito con mi fotografía y con mi firma, lejos pues del seudónimo alguna veces calumniador y cobarde.

Y así diré que no me parece para nada igual el terrorismo de ETA y el islamista de las causas últimas del terrorismo yihadista.

Noticias relacionadas

Al fenómeno de la radicalización de jóvenes procedentes del islamismo más fanatizado, aunque algunos son europeos captados por dirigentes fanáticos, hay que añadir la complejidad del terrorismo islámico, complejidad en sí misma, alimentado por un factor de circunstancias que ahora critican incluso algunos de los mismos que las propiciaron.

ETA buscaba un fin muy concreto y en su torpe y criminal manera de llegar a él, no se paró en barras en causar terribles estragos y execrables asesinatos a sangre fría. A veces, como en el Hipercor de Barcelona, con una espantosa carnicería. O esa brutalidad de lo que hicieron con Miguel Ángel Blanco porque era un concejal joven cuya peligrosidad consistía en eso. O cualquiera de esas 829 víctimas, entre ellas el colectivo con mayor número de asesinados, 230 miembros de nuestra abnegada Guardia Civil. Muertos por esa banda de asesinos por el simple hecho de ser guardias civiles. 183 policías nacionales, 58 empresarios, 39 políticos, 9 miembros de la judicatura pero nunca, jamás, utilizaron un cinturón lleno de explosivos para inmolarse junto a sus inocentes víctimas, ni entraron a sangre y fuego con fusiles de asalto AK 47, con una capacidad de tiro de 600 balas por minuto, que lo han convertido en un arma altamente mortífera, demasiado fácil de conseguir y luego los terroristas islámicos los usan como lo han hecho en París, indiscriminadamente, a sabiendas que de tal atrocidad ellos mismos no van a salir vivos. ETA asesinaba de otra manera, procurando muy mucho que a ellos no les pasara nada. Por el contrario, un fanatizado que está dispuesto a explosionar la carga destructiva que lleva pegada a su propio cuerpo con tal de llevarse por delante a quienes ha elegido como víctimas, se convierte en un terrorista de una peligrosidad extrema. No me extraña que uno solo de estos individuos paralizara durante una semana a Bruselas como si se estuviera ante la peor pesadilla, más incluso que un estado de guerra.

Las autoridades francesas advirtieron de la posibilidad de que los terroristas yihadistas usaran en cualquier momento armamento químico o bacteriológico. Alguno de ustedes se recordará que hace tiempo advertí del hecho no descartable de que este tipo de terrorismo llegue a tener (dios no lo permita) armamento nuclear. Me ratifico en decir que eso es solo cuestión de tiempo. De manera que en mi opinión el terrorismo de ETA con ser en nuestra memoria más cercana una pesadilla, no guarda en su modus operandi una relación homologable, salvo en el espanto de su crueldad. También en otro punto el terrorismo yihadista es diferente al de ETA por su capacidad de superar la hidra de 7 cabezas con varios grupos emanados de distintas zonas y con distinto nombre, pero todos ellos con las mismas sanguinarias ideas.