El consejo escolar de Menorca es el lugar para debatir la educación que tenemos y diseñar la del futuro. Para renovarlo el Consell en lugar de nombrar a sus tres representantes directamente accedió a realizar unas elecciones impulsadas por el colectivo Menorca Edu21. De este movimiento surgió la candidatura única que se hizo con una amplia mayoría de los votos.
La Conselleria insular de Educación dio la posibilidad de participar, el desafío lo hizo suyo Edu21 y voluntarios organizaron la votación, para la que se acreditaron 594 interesados en opinar, de una comunidad educativa formada por 12.845 posibles votantes. Siendo generosos y redondeando, un 5 por ciento de esa comunidad manifestó la intención, pero luego no la llevó a cabo, porque votaron 389 personas. De ese exiguo porcentaje se extrae la representatividad de un órgano que debe dar voz a profesores, padres y madres, y estudiantes; la participación de estos últimos se puede considerar casi inexistente, porque se inscribieron -no sé si votaron-, seis de los 2.154 alumnos mayores de 16 años que hay en los centros de la isla.
No hay excusas, aquí los culpables somos todos. Nos quejamos de los problemas de la educación, de los cambios legislativos y conflictos que la zarandean, de si se estudia en una u otra lengua, de la calidad de la enseñanza, pero no movemos un dedo. El consejo representará a los que se movilizaron y fueron a votar, el resto o no se enteró o si lo hizo, dedicó su tiempo a otra cosa. No vale quejarse luego. Ni se vota ni se participa, porque solo hubo una candidatura. «Nos cuesta Dios y ayuda encontrar personas que quieran ir al consejo», reconocía una portavoz sindical, «la educación se debe construir entre todos». Hay que incidir en ello, porque de lo contrario ningún modelo será consensuado.