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Despedimos un año convulso, marcado por la política, las elecciones con sus campañas y los debates, que acaba lleno de dudas e incertidumbres.

Porque empieza el 2016 y nadie sabe si Artur Mas será investido presidente de la Generalitat o habrá que celebrar, por imperativo legal, nuevos comicios autonómicos. Tres meses después, el gobierno catalán sigue en funciones y la decisión está en manos de la CUP, una organización asamblearia que no ha sabido sustanciar la controversia entre el anticapitalismo y el nacionalismo. El insólito y aritmético empate 1.515-1.515 prolonga la agonía de Mas, un político con mala suerte infinita, cuya agenda preveía ser investido hoy en segunda votación, nombrar a los consellers el día 5 y que el nuevo gobierno catalán tomara posesión después de Reyes.

El 20 de diciembre, concluido el escrutinio, nos fuimos a la cama sin saber quién será el próximo presidente del gobierno de España. Once días después, persisten las mismas incógnitas y desconocemos quién será investido presidente, porque seguimos sin mayorías y sin Ejecutivo.

Tras la caída del bipartidismo, el profesor de Sociología Antón R. Castromil advierte que el turnismo es sustituido por un sistema que puede ser decepcionante. Es un escenario inédito con posibilidades de ciencia ficción, en función de los apoyos y las abstenciones que consiga uno u otro candidato, siempre y cuando no sea devorado por su propio partido, la principal amenaza que acecha a Pedro Sánchez.

Una mayor pluralidad en la representación parlamentaria provoca que la formación de los gobiernos dependa más de las negociaciones que de los votos. Los pactos exigen voluntad de diálogo y habilidad para tejer entendimientos y acuerdos que unan frente a lo que separa y divide.

-Manca finezza, molta finezza.- musitaría, escéptico, Andreotti.