Cuando la sociedad cambia tan aprisa, es fácil acabar siendo un inadaptado social. La adaptación es un proceso inherente a todo ser vivo, que aspire a sobrevivir en su hábitat. Nos adaptamos cambiando las cosas, ajustándolas a nuestros caprichos o necesidades. Pero cuando no podemos cambiarlas, no tenemos más remedio que cambiar nosotros, transformarnos. Incluso a marchas forzadas. Hoy luchamos para que la aceleración tecnológica no nos descoloque demasiado; para que las disfunciones económicas no destrocen nuestro Estado del bienestar; para que las luchas por el poder no degeneren en violencia, odio visceral, intolerancia o fanatismo… Las tensiones pueden crecer hasta límites peligrosos. La situación no es estable: ni en España, ni en Europa, ni en la China Popular. Una sociedad madura suele contener elementos de cohesión y seguridad, que acogen en su seno las naturales diferencias, divergencias, discrepancias o extravagancias propias de los países libres. Hay tradiciones, marco legal, gobierno legítimo y democrático… Pero cuando una sociedad pasa de madura a podrida, saltan por los aires las instituciones que, hasta entonces, daban una cierta seguridad y confianza a los ciudadanos. Existen coyunturas que pueden actuar como un insidioso escape de butano. Al principio, la fuga resulta imperceptible. Pero si olemos a gas, debemos abrir las ventanas, cerrar la espita y, sobre todo, no tocar para nada las cerillas.
Sin flash
Difícil coyuntura
08/11/15 0:00
También en Opinión
- Laura Escanes se sincera: «Es llegar a Menorca y no puedo explicar la paz que siento»
- Moción de censura: las claves de la operación que echará al PP de la alcaldía de Ciutadella
- Pierde el control de su coche y choca contra otros dos en Maó
- Tres nuevos agentes completan la plantilla de la Policía Local de Es Mercadal
- Llorenç Ferrer, número 3 del PSOE, será el primer alcalde del nuevo gobierno de izquierdas en Ciutadella