Dijo una vez nuestro ilustre paisano Iñaki Gabilondo (no solo es menorquín el que vive o trabaja en la Isla sino quien la ha adoptado desde tiempo inmemorial como tierra de promisión), que los menorquines queremos turismo pero sin turistas y no le faltaba razón. Nunca hemos estado muy por la labor de entregarnos de lleno al fenómeno turístico como nuestros vecinos de Mallorca, Eivissa y Formentera, el rien ne va plus en la materia y, aunque sabemos perfectamente que vivimos prioritariamente de él, preferimos anar fent mientras rezongamos por la masificación y nos enredamos en otro tipo de apasionados debates que pueden sorprender al visitante ocasional.
Así ocurre por ejemplo en Mahón City con el asunto de la hache migratoria de su topónimo que va y viene como las rissagues de la otra punta de la Isla, y bajo el que subyace una auténtica guerra identitaria o algo que se le parece mucho. Simplificando: los españolistas estarían por el nombre histórico Ma-Hó junto con el castellano Mahón, mientras los catalanistas, ahora crecidos por la toma del Govern y amparados por la ley de normalización lingüística, abogarían por el nombre exclusivamente en catalán normativo, Maó, lo que más pronto que tarde (ya han empezado suprimiendo banderas poco gratas para ellos) les llevará a revocar la teóricamente sabia decisión del anterior consistorio de implantar la cooficialidad Maó/Mahón que respetaría ambas sensibilidades sin caer en incorrecciones lingüísticas. Pero se ve que a los mahoneses, tan británicamente flemáticos para muchas cosas, nos va la marcha en cuanto se ponen a bailar las letras del topónimo...
También nos hemos enfrascado este año en el asunto de las rotondas de doble nivel cuyos esbozos hormigonados festonean ya el tramo Mahón-Alaior y que también tienen su trasfondo político-sociológico. Aquí se enfrentan dos cosmovisiones bastante claras. Por una parte la desarrollista que entiende que la naturaleza debe estar al servicio del hombre y su progreso y que para ofrecer un buen producto hay que tener mejores infraestructuras aunque dañen el ecosistema. Bajo el señuelo de la seguridad viaria, los liberales en el poder hasta anteayer, optaron por un sistema de grandes rotondas para suprimir los peligrosos giros a la izquierda sin avenirse a consensuarlo con los demás partidos y las entidades ciudadanas que se opusieron frontalmente a algunas (no a todas) de las rotondas...
Y precisamente un giro a la izquierda es el que momentáneamente ha paralizado la inmisericorde rotondización, difícilmente reconducible hoy por hoy dados los compromisos adquiridos (y firmados). Esta cosmovisión proteccionista y aparentemente más conforme con la condición de Reserva de la Biosfera que es Menorca, propone suprimir algunas de esas rotondas y solucionar los problemas de seguridad vial de una manera menos agresiva para el paisaje. Curiosamente en este asunto, los presuntos progres serían conservadores, y los conservadores de toda la vida, hoy autodenominados liberales, serían amantes del progreso sin tiquismiquis proteccionistas que dificultarían la actividad de los emprendedores/creadores de riqueza...
Iñaki, qué trobes?